Si tiene dudas... Pregunte

Por Nika Chilewich

Mónica Mayer (Ciudad de México, 1954) fue, a finales de la década de los 70, una de las pioneras en generar una práctica artística formal que se vinculó con aquellas connotaciones políticas, sociales y culturales de la feminidad. Sin embargo al llevar en 2016 su trabajo al terreno de la exhibición, bien merecido (y me imagino bien luchado), me sentí confundida al no encontrar por dónde empezar en Si tiene dudas… Pregunte: una exposición retrocolectiva de Mónica Mayer en el Museo Universitario Arte Contemporáneo, curada por Karen Cordero.

Después de elegir por dónde empezar (lo que después confirmé que sí era el punto de partida de la exposición), me encontré con una reconstrucción de lo que es posiblemente el trabajo más distintivo de Mayer: El Tendedero. La pieza consiste en tendederos sobre los cuales la artista cuelga reacciones de mujeres a la frase incompleta, "Como mujer, lo que más detesto de la ciudad es..." Mayer recogió las respuestas en una encuesta pseudo-sociológica y captó ansiedades femeninas frente a sus vidas cívicas. La pieza es una combinación perfecta de las características más notables de su obra: una práctica que se basa en el performance y el arte procesual; un proyecto enfocado al activismo político; y un compromiso con generar voces colectivas (en este caso una respuesta feminista a la discriminación sistémica contra las mujeres).

 

La pieza fue expuesta por primera vez en la Bienal de nuevas tendencias, del Museo de Arte de Moderno de la Ciudad de México, en 1978, un año más tarde en Los Ángeles, California, como parte del proyecto de arte feminista Making It Safe organizado por el artista Suzanne Lacy, y más recientemente en la Universidad Iberoamericana en la muestra Sin centario ni bicentenario: revoluciones alternas, en 2009.

Las respuestas que se cuelgan sobre El Tendedero (creado ex profeso para la exposición), se obtuvieron del público del museo y se pueden actualizar a través de una computadora colocada al lado de la pieza. Al frente de su reconstrucción hay contextualización histórica hecha por un montaje en tres partes de materiales de archivo. Tomado en su conjunto, esta sección de la muestra, subtitulada Tendiendo Redes, es la expresión curatorial más exitosa de la exposición. A través del montaje curado por Karen Cordero, se puede ver cómo Mayer concibió y documentó la pieza, y luego cómo tradujo estas ideas en principios formales. Aquí la lógica transdisciplinaria de Mayer se revela como una extensión orgánica de su práctica subversiva de normas artísticas. Proyectos de esta índole se hacen en gran medida a través de los archivos artísticos y la obra, si tiene un aparato material, se concibe como un componente de una metodología artística feminista más amplia, que tiene a su centro los procesos performativos y documentales. "Lo personal es político" según apunta la curadora en el catálogo de la muestra.

Desafortunadamente, el efecto ilustrativo de Tendiendo Redes no se repite en las galerías posteriores de la exposición. El trabajo de Mayer es importante, junto con la existencia de la muestra, pero al final la curaduría de los materiales archivísticos resultan excesivamente didácticos. En las galerías que sigue, Cordero se preocupa de exponer los numerosos y bien documentados trabajos de Mayer, que incluyen la formación de Polvo de Gallina Negra con la artista Maris Bustamante, su participación en Woman’s Building, en Los Ángeles, sus numerosas acciones comunitarias, y la creación de Pinto mi Raya, en conjunto con Víctor Lerma. Pero en vez de contextualizar las otras obras fundamentales de Mayer con los archivos correspondientes –en otras palabras, de demostrar que los archivos son una parte vital la obra misma– Cordero usa el archivo para narrar las piezas.

Al ver muestra Si tiene dudas… Pregunte, me vino a la mente la comparación con la exposición Proceso Pentágono, curada por Pilar García, una muestra de retro-colectiva que acaba de cerrar en el mismo museo, la cual se aproximó de manera distinta a demandas curatoriales similares.

Los acervos documentales son fundamentales para los procesos experimentales de los artistas de ambas exposiciones, y estos materiales forman parte integral del proceso curatorial. Sin embargo, mientras que García utilizó los materiales históricos para animar las obras terminadas (reconstruidas en gran parte), Cordero optó por una división espacial más tradicional entre los objetos.

En la exposición de Mayer es difícil establecer una conexión clara entre las obras bidimensionales y la decisión del artista de documentar sus diversos ejercicios políticos y sociales. Si bien es claro que las decisiones formales de Mayer están definidas por su posicionamiento político feminista, la exposición nunca establece estos parámetros como parte de una metodología arraigada en una documentación casi fetichista de sus propias acciones. Sólo en el catálogo uno encuentra el análisis curatorial sobre el impulso archivístico de Mayer como un componente crucial de su identidad conceptual y estética. Un "ir y venir fluido que constituye no solo una metáfora del carácter integral de su vida y obra, sino una proposición plástica en este sentido”.

Una sección que me pareció particularmente plana fue el dedicado a Traducciones: diálogo internacional de mujeres artistas, el evento educativo feminista organizado por Mónica Mayer en 1979. El programa, un intercambio performativo y pedagógica de importancia histórica entre artistas y pensadores feministas de México y los Estados Unidos, se presenta a través de un documental confesional, en el cual hay una combinación de narraciones con imágenes fijas, y una copia del folleto creado para detallar las ideas generadas en la reunión. Sin embargo, no hay ningún intento curatorial de comunicar cómo las decisiones tomadas en la documentación del evento eran indicativas del feminismo artístico de Mayer.

Al contrario, se presenta como otra parada cronológica a lo largo de la carrera del artista, no como un sitio activo de pensamiento político, sino como una conmemoración superficial de un evento histórico. Aparte de servir como materia prima, salí de la exposición sin entender cómo la técnica de Mayer de documentar su práctica efímera era distinta a la de otros artistas motivados por un compromiso político con un planteamiento metodológico parecido.

Entonces, ¿por qué la necesidad de tratar de generar una distinción entre el proceso artístico feminista de Mayer y el de sus contemporáneos, cuyo trabajo se coloca entre el arte y el activismo? Podría ser una reflexión de lo que sentí al inicio de la exposición, de un intento de ganar espacio simbólico y literal dentro de las instituciones de arte como el MUAC, que han históricamente marginalizado las prácticas de artistas femeninas y feministas? ¿Es un intento de reclamar legitimidad en nombre de programas artísticos alternativos creados por y para mujeres en un ámbito cultural en la que las prácticas artísticas feministas se ven descartados? Como escribió el crítico Toby Joysmith en su revisión –incluida en la “retrocolectiva”– de la muestra Nuevos Caminos: Pintoras mexicanas del 1977 en la cual participó Mayer, “La aproximación a la realización de una obra de arte es inmensamente variada y da una sensación general de aventura, de emoción y de estar en el comienzo de algo.” Al final la muestra ofrece una mirada significativa sobre uno de las más importantes artistas feministas de México, y me parece importante que se pueda ver. Pero, ¿por dónde empiezo?

 

Si tiene dudas… Pregunte: una exposición retrocolectiva de Mónica Mayer se exhibe del 6 de febrero y hasta el 31 de julio de 2016 en el Museo Universitario Arte Contemporáneo.

 

Texto publicado el 14 de marzo de 2016 en el blog Cubo Blanco del periódico Excélsior.