Colectivo marcelaygina

 

Por Érick Vázquez

 

MONTERREY.- Las obras de los primeros dos o tres años del colectivo marcelaygina, integrado por Marcela Quiroga (Monterrey, 1970) y Georgina Arizpe (Ciudad de México, 1972), son maravillosas y desconcertantes, maravillosas en su inocencia y desconcertantes en los alcances de esa misma inocencia.

Es la inocencia franca, desfachatada, brusca y directa del punk, no el punk súper macho y súper citadino de Londres, sino el fem punk de los Estados Unidos, inventado lejos de los centros de las grandes ciudades, en la rabia juguetona de las jóvenes haciendo con lo que tenían en los garages de sus casas familiares de los suburbios, creando fanzines con sus dibujitos y frases y sacándoles fotocopias para repartirlos en conciertos improvisados.

Cuando el horizonte político y artístico parece incierto, siempre podemos confiar en la juventud, en su sabiduría inaudita y gratuita. Es justamente por esta falta de estrategia profesional como artistas, por una urgencia más fuerte por decir algo que la necesidad de estructurarlo, que la espontaneidad malhechota del formato rebasa a la fecha las categorías a la mano para describir cabalmente lo que está sucediendo en dos artistas que se suben a una montaña de escombros para juguetear con la palabra “arte”.

En la suma de los primeros cuatro videos que produjeron no sabría decir exactamente qué rayos estaban tratando de hacer, aunque una cosa es clara en la intención: son dos mujeres que están jugando con su imagen y las cargas históricas de sus cuerpos, para quejarse, para burlarse de lo idiota de las expectativas de una sociedad que las aburría y fastidiaba.

Es una rabieta risueña muy lúcida y efectiva, que por estar articulada en la improvisación del cuerpo, parafraseando a Josué Martínez, se encuentra más allá del lenguaje y sus capacidades de comprensión ideológica, un positivo recordatorio de lo que se puede tratar el arte, de cómo puede hacerse con una total falta de respeto hacia los procesos estandarizados del concepto y la realización, para hablar de una realidad inmediata que no necesariamente tiene que cargar a cuestas con los pecados del mundo y aún responder por los compromisos individuales.

Cuando dejan de usar su imagen para mejor construir instalaciones, objetos encontrados para articular un discurso político sobre el territorio y la miseria humana, algo queda de su humor y atrevimiento, y tal vez las piezas en las que mejor se sintetiza la búsqueda es en las láminas encontradas como prácticas de tiro, imágenes de Coca-Cola y marcas de cerveza laceradas con la violencia que destruyó momentáneamente la ilusión ingenua del progreso de una sociedad embobada, como obras bidimensionales resultan tan expresivas como perfectas, pero esta segunda etapa, claramente delimitada por la ausencia de su imagen, es mucho más fácil de ubicar dentro de la tradición del arte contemporáneo, en su ambición formal y responsabilidad social. Lo que se compromete a cambio no sé si valga la pena.

Tal vez para los jóvenes, y tal vez sobre todo para las jóvenes, estas obras resulten igualmente estimulantes y congruentes que los primeros trabajos, pero, en general, la exposición Nos gustaría contestar algunas preguntas: colectivo marcelaygina 1997-2010 sí ha resultado una inspiración para el desencanto de un crítico de arte ya muy señor.

Es sin duda una inspiración para la promesa de nuevas generaciones, y en ello reside parte de la importancia de esta exposición en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (Marco), museo de la ciudad en la que nacieron y produjeron.

La historia del arte resulta incomprensible y tiende al mito y a la fábula sin el concepto de amistad, la amistad es muy realista. La complicidad, la franqueza de diálogo e intercambio que se permite dentro del juego rivaliza en sus alcances con la disciplina académica, y por vías incomparablemente más divertidas. Es lo que la amistad lo que hizo posible que, en buena medida, tanto marcelaygina, como Los Lichis y Tercerunquinto, pudieran articular movimientos de resistencia ideológica con desenfado.

La amistad, como el punk, como el dadá, como los espacios independientes, por su misma esencia, casi nunca pueden durar mucho sin convertirse en otra cosa, pero esos pocos años son invaluables en sus insospechadas consecuencias, y esta exposición de marcelaygina en el museo Marco es una muy esperada y necesaria corrección a la historia del arte en México, que parte de una agenda de Taiyana Pimentel, directora del museo, por inscribir las piezas sueltas de una narrativa que incluye al norte del país, exposición que comparte el piso con Bill Viola, ofreciendo con ambas propuestas una visita a un museo que en Monterrey siempre quisimos tener.

La exposición Nos gustaría contestar algunas preguntas: colectivo marcelaygina 1997-2010, curada por Michele Fiedler, se presenta en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (Marco), del 21 de octubre de 2022 al 5 de febrero de 2023.