La Bienal de Fotografía*

POR EDGAR ALEJANDRO HERNÁNDEZ

Estimado público, muchas gracias por su paciencia en esta mesa. Como seguramente les ha ocurido a todos ustedes, la Bienal de Fotografía se ha vuelto un tema que en los últimos meses aparece casi de forma “espontánea” en las redes sociales o en algunos medios de comunicación, básicamente para seguir dándole vueltas a un debate que se ha extendido durante mucho tiempo, pero que de forma muy perversa ha tratado poco, casi nada, sobre las obras que han generado dichas críticas, peleas, memes y todo tipo de confrontaciones tan propias del tiempo que vivimos.

Es por ello que quiero empezar mi participación hablando de una obra en específica, obviamente una de las piezas polémicas de la bienal, la serie 26 Used to Be Gasoline Stations in Mexico, de Diego Berruecos (Ciudad de México, 1979), que más allá del cliché que implica su título en inglés, me parece que es por mucho una de las obras más relevantes que he visto no sólo en la Bienal de Fotografía, sino en toda la basta oferta cultural que hay actualmente la Ciudad de México.

La obra de Berruecos, lo creo honestamente, debería pasar a la historia de la fotografía mexicana no por la campaña que ha padecido en estos meses desde un columnista, aquí presente, y su orquestado eco en las redes sociales; sino porque de forma elocuente y prospectiva logró retratar la ruina con la cual amanecimos el 1 de enero de 2017, es decir, la problemática energética, el gasolinazo y toda la crisis social que literalmente incendió las principales ciudades de la República mexicana.

Como ocurre con las obras de arte que logran trascender su época, 26 Used to Be Gasoline Stations in Mexico es el ejemplo claro de una piezas que alberga el futuro, ya que muestra las cosas que como sociedad no somos capaces de ver en la vida cotidiana, pero que cuando aparecen llegan como un tsunami que arrasa con todo.

Si bien la obra de Berruecos tiene como referente directo una pieza histórica de Ed Ruscha, la serie no habla del pasado ni de 2016, fecha en la que fue elaborado el proyecto, sino de este 2017 que llegó con una devaluación del peso, una nula proyección de crecimiento económico, un nuevo enemigo llamado Donald Trump y el precio de la gasolina magna a 16.32 pesos, 20 por ciento más cara un año antes, lo que representó el mayor incremento que haya tenido el hidrocarburo en la historia reciente del país.

Berruecos no retrató las protestas, la ordeña del hidrocarburo, los saqueos y demás desmanes que como imágenes han saturado los medios impresos y, obviamente, las redes sociales, sino que el artista se dio a la tarea de captar el futuro, es decir, aquellas ruinas de país en la que como un espiral sin fondo nos estamos convirtiendo.

Sin caer en melodramas y con una limpieza formal por demás ejemplar, las 26 imágenes de lugares que solían ser estaciones de gasolina en México nos muestran los despojos de una poderosa industria nacional que de forma silenciosa desapareció, tragada por años y años de corrupción priísta, y que desde sus restos nos recuerda lo jodido que estamos todos como Nación.

Pero bueno, estos son temas que deliberadamente se obvian en el actual debate que ha despertado la bienal. Según la recensión que hizo mi amigo Ulises Castellanos, la obra de Berruecos carece de “composición alguna, ni narrativa, ni nada. El triunfo del choro mareador pues”.

No sé si sea por la agenda que tiene el columnista o por su formación, pero la obra de Berruecos no le mereció ningún tipo de reflexión, al parecer era más fácil recurrir a la descalificación fácil y a la búsqueda de algún acto de corrupción que justificara que una obra de ese tipo, tan “choromareadora”, hubiera sido premiada dentro de la bienal.

NADIE HA DICHO HASTA HOY, QUE YO HAYA MENTIDO

Como sé que no tengo mucho tiempo, me concentraré ahora en los textos “críticos” que ha generado esta pieza y la bienal en su conjunto. Como ya lo he mencionado, el primero y más entusiasta polemista de la obra de Berruecos y de la Bienal de Fotografía es mi amigo Ulises, aquí presente, quien ha publicado sobre el tema una serie de columnas que yo encuentro bipolares, ya que dependiendo si es Navidad o Año Nuevo tira piedras o hecha flores a los miembros del Centro de la Imagen. Por ejemplo, primero dijo que la bienal era “la peor exposición de imagen que jamás haya visto” y luego se retractó diciendo que por ahí sí había buenos trabajos y que en esos casos, en los que a él le gustaban obviamente, “el jurado tuvo enormes aciertos”.

En uno de sus textos “conciliadores”, el columnista afirma: “Nadie ha dicho hasta hoy, que yo haya mentido”. Pues aquí, permíteme Ulises decirte que desde tu “Amarga Navidad” y hasta la fecha has mentido una y otra vez dando verdades a medias y tergiversando los dichos de los involucrados en la bienal, concretamente de los directivos del Centro de la Imagen y de algunos miembros del jurado.

Sin profundizar en tus descalificaciones, has dicho que la bienal es “desastrosa, insípida y montada con absoluto extravío”. Cuando leía tu letanía me esperaba, por lo menos, que explicaras qué te merecían tales adjetivos, ya que, como afirma, no eres “de los que critican por criticar”. Cuando leía tus textos me preguntaba a qué te refierías: a la selección, al trabajo museográfico, a las instalaciones, al discurso curatorial o a los argumentos del jurado. Tuve que leer varias veces tus columnas sobre la bienal y en ninguna encontré un argumento puntual que ameritara este tipo de calificativos. Si tus textos no tienen la capacidad de argumentar en qué se basaban para calificar una muestra como desastrosa o la peor exposición de imagen, lo que hace es convertir fobias y prejuicios personales en verdades falsas que se han repetido hasta la nausea por una serie de perfiles anónimos en redes sociales. Según lo has dicho en la radio, tampoco queda claro a quiénes te refieres, tus críticas reflejan el sentir de “cientos de fotógrafos” que se han sumado a dicho cuestionamiento, pero, salvo aisladas excepciones, yo no he visto a esas cientos de voces que respalden tus descalificaciones dentro de la “comunidad fotográfica”.

También mientes cuando insistes en un acto de corrupción entre la bienal y uno de los patrocinadores, por un vínculo familiar entre uno de los ganadores y un directivo de la empresa. Luego de trabajar por varias décadas en medios, creo que sería fácil diferenciar entre el poder de decisión de un directivo creativo de una empresa y el dueño de dicha empresa. Por donde se quiera ver no son la misma cosa, pero para ti sí, ya que esta relación la sintentizas con todo el dolo del mundo cuando dices: “Uno patrocina y el otro gana, son los hermanos Berruecos Martínez”.

Aunque una y otra vez has intentado “aclarar” que no hablas de un tema ilegal, que evidentemente no lo es, el señor Berruecos no tenía ninguna limitante para concursar, el tono y el sentido que das a tus textos evidentemente buscan generar un ambiente de sospecha hacia los organizadores de la bienal.

Y hay muchas otras verdades a medias y mentiras que has repetido en tus textos, pero cierro con uno que me parece de los más banal y a la vez peligroso, ya que para sustentar tus dichos también has utilizado, fuera de contexto, frases aisladas de una fotógrafa miembro del jurado, a la cual usted públicamente has dicho que admiras, con el fin de mostrar que todo lo que gira en torno a la bienal está lleno de “soberbia” y “arrogancia”.

Concretamente me parece grave que hayas usado parte de la entrevista que le hicieron a Yvonne Venegas, tu y Óscar Colorado, en un programa de radio por internet. AÚn cuando Venegas respondió solventemente a todos los cuestionamientos que le hiciste sobre la bienal e incluso ella te hizo una pregunta por demás pertinente: “¿qué van a hacer los fotógrafos con la sobreproducción de imágenes?”, para ti sus respuestas, llenas de humor y un encanto que ni tú ni yo jamás tendremos, de un plumazo las convertiste en “una invaluable combinación de buen humor y arrogancia de antología”.

De entrada suscribo todo lo que Venegas dijo. Yo también creo que tus críticas (al menos todas las que leí de la bienal) me parecen hechas por un “crítico poco serio”, llenas de furia y carentes de argumentos, aunque paradójicamente le hicieron un gran bien a la bienal, porque tuvieron el efecto de abrir un intenso debate que como efecto colateral llenó de público el Centro de la Imagen. Yo también, como te lo dijo Yvonne, estoy contento con el resultado de este debate.

Pero regresando al tema de la entrevista con Yvonne, no entiendo cómo puedes decir que admiras a Venegas y al mismo tiempo tergiversas sus palabras de forma tan gratuita. De entrada, Yvonne jamás le dijo “viejito” al artista Rubén Ortiz Torres. Más allá de que el término no tendría ningún problema, salvo que es políticamente incorrecto, lo que en realidad dijo Yvonne fue que cuando llegó a estudiar en una universidad en Estados Unidos tuvo que escoger como tutores entre dos viejitos y que, por ahí también, estaba Rubén Ortiz Torres, con quien evidentemente sí tenía temas de discusión. Así de claro está en el audio que está en línea, en ningún momento se refería a la misma persona. Además, ese comentario como por qué sería relevante para debatir la bienal, si no es sólo una bravuconada para descalificar a tu interlocutora.

Lo mismo ocurre cuando dices: “Tuvimos como invitada a Yvonne Venegas –jurado de la Bienal– quien entre otras joyas nos confesó que en algún momento de su carrera, quería ser como Annie Leibovitz”. Evidentemente el comentario de Venegas era como cuando alguien dice que de niño soñaba con ser astronauta o bombero, pero para usted era como una mea culpa o una confesión de algo torcido.

(LA LECTURA DE ESTE TEXTO FUE INTERRUMPIDA POR UN ASISTENTE DEL PÚBLICO)

*Texto leído el sábado 11 de marzo de 2017 en la mesa de debate “Las redes sociales y las nuevas formas de circulación de la crítica”, en el Centro de la Imagen, como parte de las actividades paralelas de la XVII Bienal de Fotografía, que se realizó del 8 de diciembre de 2016 al 12 de marzo de 2017. También participaron Francisco Mata, Nirvana Paz, Ulises Castellanos, Pilar Villela y Marcel del Castillo.

Texto publicado el 27 de marzo de 2017 en el blog Cubo Blanco del periódico Excélsior.