Gravedad

Por Nika Chilewich

En el mundo del Arte hemos generado una serie de rituales sociales en torno a la palabra escrita que ningunean la importancia de la imagen visual”,

Carlos Amorales e Iván Martínez

 

La semana pasada me encontré acurrucada en la esquina de una de las salas de exposiciones de Casa del Lago. Estaba tratando de descifrar los fragmentos de información a mi alrededor de una manera ligeramente frenética, casi desesperada. En dicho rincón, un sótano con poca luz, una precaria estructura de metal y madera estaba sosteniendo un vivero improvisado. Disperso también sobre la estructura estaban varias masas de concreto que apoyaban y enmarcaban una muestra de libros y medios digitales que contenían escritos científicos y conjeturales de nuestro propio destino y autodestrucción (Las Profecías de Nostradamus, El Origen de las especies, de Charles Darwin, y 1984, de George Orwell, entre otros, junto con videos de desastres naturales transmitidos por CNN y filmaciones de ovnis).

Llegué al museo con poco conocimiento de las exposiciones y en el lugar descubrí que todo el material y la señalización que acompañaba a las muestras estaba escrita en un lenguaje de formas geométricas ilegibles.

Intervención de Carlos Amorales a espectacular de Casa del Lago sobre Paseo de la Reforma.

 

No sabía cómo la galería en la que estaba se relacionaba con el resto de los espacios de la Casa del Lago, cuáles y cuántos artistas participaban en cada una de las exposiciones y cómo la escritura ilegible se relacionaba con el programa de todo el recinto. 

Al no poder obtener esta información, que consideraba fundamental para cualquier muestra de arte, terminé en un intento de leer y entender las obras por sí mismas. Agachada entre dos trozos de cemento, me dispuse a descifrar la obra a partir de la frase que el artista había subrayado en uno de los libros. Me di cuenta que estaba buscando algo distinto. Buscaba un mensaje del autor de la obra a través de la obra misma. Quería saber lo que él, ella o ellos estaban tratando de decirme.

Sin la contextualización taxonómica que acompaña a la mayoría de las exposiciones en los museos, sentía que lo que estaba experimentando no era arte, sino otra cosa. Moviéndome sola por las galerías del museo, era como si hubiera tropezado con una serie de laboratorios abandonados dedicadas a la predicción de desastres inminentes. Se habían disipado los instintos cualitativos, que por lo general forman parte de mi experiencia como espectador de arte. Esto se sentía como nuevo, inexplorado, un terreno no condicionado y anómalo, que hizo que mi atención aumentara y se alterara al mismo tiempo.

Intervención de Carlos Amorales a la señalética de Casa del Lago.

 

Las cuatro exposiciones en exhibición en la Casa del Lago son Gravedad, curada por Michel Blancsubé; la colectiva Una rosa tiene forma de una rosa. Oficios e instintos; Mil cortes. Imagen de un instante, de Julián Madero y Zaida Gómez; y Antes del fin del mundo, del colectivo La Favorita. Esta información la conseguí posteriormente a través del comunicado de prensa.

Las exposiciones están unidas por una obra creada por Carlos Amorales para Gravedad, en la que el artista sustituye toda la señalización del museo con un lenguaje de abstracciones geométricas. Esto incluye la información complementaria de las exposiciones para el público del museo, así como los títulos, artistas, descripciones, patrocinadores, información general del museo, programación adicional y materiales en línea.

Amorales quitó por completo la utilidad del lenguaje y lo sustituyó con una serie de formas extrañas, dejando al espectador la sensación de que hay un orden lingüístico en existencia que no es el suyo. Esta fragmentación de lo convencional permite que la pieza de Amorales hable con sus espectadores a través de la crisis o, como dice el comunicado de prensa, la contaminación. El espectador está limitado en su capacidad de entender las obras de la forma en que está acostumbrado. La ausencia del lenguaje como herramienta o guía se ve obligada a acceder a las obras desde otro lugar.

Pero ¿desde dónde?

Resulta desconcertante verse confrontada por una serie de signos y explicaciones que uno como espectador no cuenta con los recursos para comprender. Es la sensación de ser un extranjero en un lugar ajeno, de encontrarte con algo que no tienes idea cómo navegar. El desastre se siente inminente. Es la posibilidad de que cada paso podría estar equivocado. Nos agrada que en los museos nos digan qué es lo que debemos hacer, cómo sentir y qué pensar. En el caso de su ausencia, estamos perdidos sin el lenguaje como medio de enunciación.

Sin las convenciones lingüísticas de una exposición de museo, me vi obligada a interactuar con las obras desde un lugar más emocional. Como Amorales e Iván Martínez afirman en su Manifiesto Emoticón en relación al lenguaje abstracto (http://www.excelsior.com.mx/expresiones/2016/03/14/1080711):

“El Arte, cuando trasciende el plano ideológico, se revela como un espacio abstracto que nos permite pensar desde el extrañamiento. La omnipresente política institucional de 'explicar la obra de Arte' es dañina porque, al considerar que el público carece de una capacidad de comprensión propia, inhibe el extrañamiento.”

Para Amorales lo extraño como forma de provocación es una herramienta para trascender la experiencia instructiva dentro del museo. “Mirar los edificios devastados es similar a mirar una buena exposición de arte: lo familiar, cuando está fragmentado, perturba”.

Despojada de la convención del significado lingüístico, el espectador es confrontado con la condicionante de su relación con la obra de arte. No puede simplemente utilizar el conocimiento existente para formar nuevos significados de las diferentes instalaciones; debe volver a enfrentar a las obras desde un lugar enteramente nuevo.

Vista de la exposición Antes del fin del mundo.

 

Mediante la eliminación del significado textual, Amorales presenta al lenguaje como algo ajeno al contexto del museo, al tiempo que revela su efecto sobre el significado como algo inherentemente restrictivo.

Al convertir el texto en una serie de símbolos abstractos, Amorales equipara su sistema visual con los establecidos en las obras. Todo se convierte una señal, una provocación, lo cual es amplificado por los temas apocalípticos de las muestras. Una nueva gramática de la destrucción es revelada a lo largo de las distintas muestras. Alterada por la pérdida de control, el espectador es libre de agacharse, entregarse y leer de cerca.

Vista de la exposición Una rosa tiene forma de una rosa. Oficios e instintos.

 

La pieza de Amorales ofrece al espectador una primera experiencia muy distintiva, pero la complejidad de cada una de las instalaciones –incluyendo la de Amorales– requiere de una mayor profundización. Hay que volver a ver todo de nuevo.

 

Gravedad, Mil cortes. Imagen de un Instante y Antes del fin del mundo se exhiben en la Casa del Lago (Bosque de Chapultepec. Primera sección Paseo de la Reforma puerta principal al Zoológico) del 17 de marzo al 29 de mayo de 2016. Una rosa tiene forma de una rosa. Oficios e instintos se presenta en el mismo periodo, pero durante los meses siguientes tendrá modificaciones e integrará la obra de nuevos artistas.

 

Texto publicado el 7 de abril de 2016 en el blog Cubo Blanco del periódico Excélsior.