Chapultepec, otro millonario elefante blanco

Por Edgar Alejandro Hernández

Para hablar del Complejo Cultural del Bosque de Chapultepec es necesario recordar que el régimen político heredado de la Revolución Mexicana (1910-1917) ha perpetuado por más de un siglo una concentración de poder vertical en la Presidencia de la República. Esta peculiaridad tan mexicana demanda la sistemática construcción de obras públicas cuya monumentalidad materialice el centralismo y el dominio político y económico de cada sexenio.

En este contexto, la cultura se vuelve el mejor pretexto para comisionar obras monumentales que permanezcan en el tiempo como legado de cada nuevo mandato. El ejemplo arquetípico es el Museo Nacional de Antropología, inaugurado en 1964 por el presidente Adolfo López Mateos, que congeló todas las culturas indígenas vivas a lo largo y ancho del territorio, pero que por decreto fueron detenidas en el tiempo.

En la historia reciente, sin importar la alternancia política, cada administración ha sumado un nuevo y millonario capricho presidencial, el cual casi siempre va en detrimento de la infraestructura cultural existente. Carlos Salinas de Gortari inauguró el Centro Nacional de las Artes (Cenart), Ernesto Zedillo el Museo Nacional de Arte (Munal), Vicente Fox la Biblioteca Vasconcelos (mejor conocida como Megabiblioteca), Felipe Calderón la Estela de Luz (hoy Centro de Cultura Digital), Enrique Peña Nieto gastó recursos públicos en su intento de construir un Museo de los Museos, pero la obra no pasó del proyecto en papel. Ahora, Andrés Manuel López Obrador impulsa el Complejo Cultural del Bosque de Chapultepec.

Si se mira retrospectivamente, es justo aclarar que cada megaproyecto ha tenido un impacto social distinto. No se puede obviar el éxito de público y/o el impacto cultural que pueden tener Antropología o el Munal, ni la utilidad que con los años ha tenido el Cenart al reunir en el sur de la Ciudad de México las escuelas de enseñanza artística. Menos aún si se compara con el tragicómico desenlace de la Megabiblioteca, edificio que tras su apresurada inauguración estuvo inconcluso durante dos sexenios; o con la pesada herencia de corrupción que provocó el sobreprecio en la construcción de la Estela de Luz, a tal grado que desde sus primeros años se le cambió el nombre y la vocación (pasó de memorial a centro de cultura digital) para que se perdiera su conexión con los deslucidos y onerosos festejos del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la  Revolución mexicanas.

Desde su creación, la Megabiblioteca y la Estela de Luz fueron considerados elefantes blancos y con el paso de los años dicha percepción se confirmó, ya que nunca han logrado justificar el desproporcionado uso de recursos públicos para su creación: mil 600 millones de pesos para el primero y mil 300 millones de pesos para el segundo. El gobierno de López Obrador, que demagógicamente sigue el lema de “austeridad republicana”, invertirá en un nuevo elefante blanco la irracional cantidad de ocho mil 775 millones de pesos (Milenio, 24/08/20).

Cuantitativamente, el Complejo Cultural del Bosque de Chapultepec multiplicará cinco veces el costo de la Megabiblioteca y siete veces el de la Estela de Luz. Para ponerlo en perspectiva, no existe antecedente en México de un proyecto cultural que haya significado tal costo al erario público.

Por ello, antes de hablar del proyecto, es crucial recalcar el tema del dinero, ya que el gobierno de López Obrador ha hecho oídos sordos a las críticas y peticiones de posponer esta obra y/o redireccionar dichos fondos al sector cultural, que vive una de las peores crisis económica a raíz de la pandemia del COVID.

Concretamente el Frente ProMuseos, que ha convocado a más de cuatro mil creadores y profesionales de la cultura, envió el 22 de mayo pasado una carta abierta al presidente donde “solicita apoyo inmediato para los museos, los creadores y las iniciativas culturales autogestivas que se ven directamente afectadas por la crisis económica que ahora atravesamos (…) y que postergue el proyecto Espacio Cultural de los Pinos y Bosque de Chapultepec y la construcción de su Pabellón de Arte Contemporáneo, de tal forma que se redirijan los recursos previstos para el desarrollo y puesta en marcha de dicho proyecto y se constituya un paquete de rescate para instituciones culturales, museísticas y comunidad de creadores en la totalidad del territorio nacional”.

Recientemente se creó el Frente Amplio de Trabajadorxs de la Cultura por Chapultepec, grupo de trabajo que el pasado 3 de septiembre lanzó un comunicado donde se convoca a discutir a fondo la propuesta del artista mexicano Gabriel Orozco “para poder corregir a tiempo cualquier intervención que no priorice el bien común en materia ambiental, cultural y presupuestal”.

El colectivo hace énfasis en la falta de transparencia que, a más de un año, han caracterizado las acciones del gobierno federal y de la Ciudad de México. Por ello, lanzan preguntas concretas: “¿A qué oficina pública es posible dirigirse para conocer a detalle el El Plan Maestro para el Bosque Cultural Chapultepec además de las ‘más de 400 cuartillas que componen los Cuadernos de trabajo del Taller Chapultepec’? ¿Cómo se designó al artista Gabriel Orozco como encargado del proyecto; fue a través de una licitación pública? ¿Cuáles son los nombres y las trayectorias de los demás especialistas a cargo? ¿Cómo es posible delimitar, contener y en su caso sancionar cualquier tipo de conflicto de interés o tráfico de influencias que pueda haber por parte de Gabriel Orozco en beneficio de sus intereses particulares o de las empresas del arte allegadas a él, como es el caso de la galería kurimanzutto, en específico en relación con la propuesta del Pabellón Contemporáneo Mexicano y la Bodega Nacional de Arte? ¿Por qué aportar mil millones de pesos en un megaproyecto, en vez de redistribuir y descentralizar los recursos? ¿Por qué añadir un Pabellón de Arte Contemporáneo en Chapultepec cuando ya existen varios espacios para ello, como es el caso del Museo Tamayo que se encuentra en esa zona, en vez de procurar otros lugares de la Ciudad que no tienen acceso a esa oferta?”.

Adicionalmente, es importante puntualizar que el campo artístico local en México vive una crisis económica no sólo por la pandemia del COVID, sino que desde el año pasado el gobierno lopezobradorista ha reducido el presupuesto al sector cultural y ha extinguido y/o modificado apoyos que históricamente han sido esenciales para el sector, como el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca). La pandemia ha dejado en el olvido el debate, pero apenas el año pasado una legisladora del partido oficial, la actriz Jesusa Rodríguez, pidió que se acabaran las becas del Fonca bajo el argumento de que el nuevo régimen exigía “aguantar sin privilegios”.

También la agencia de noticias gubernamental, Notimex, inició una campaña contra los becarios del Fonca, la cual partía del supuesto de que se beneficiaba siempre a los mismos creadores. Incluso el exsubsecretario de Desarrollo Cultural de la Secretaría de Cultura federal, Édgar San Juan, dijo en un foro público con artistas que “muchos de los apoyos se agotan en la colonia Condesa”, un barrio acomodado de la Ciudad de México.

Una pérdida similar se repite con los recursos que otorga la federación a los estados para eventos culturales. En junio pasado, durante una reunión de la Confederación Nacional de Gobernadores, la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, pidió que dichos fondos no se utilizaran en los proyectos culturales ya comprometidos, sino que ese dinero se destinara a atender la crisis económica provocada por la pandemia.

Mientras el presupuesto al sector cultural se recorta o “redirecciona” por la pandemia, el pasado 9 de agosto fue presentado, sin ningún tipo de reducción presupuestal, el proyecto Chapultepec, Naturaleza y Cultura, que perfila 11 ejes que definen la propuesta cultural coordinada por Orozco y que tan sólo para 2020 tiene programado un gasto de mil 100 millones de pesos.

Estas dos realidades dibujan la política centralista del actual gobierno. Mientras pide ajustes presupuestales a los estados para resolver la crisis del COVID y cancela becas y programas a creadores de toda la República, en la capital del país se mantiene una millonaria obra que concentrará aún más la oferta artística y cultural en una reducida zona de la Ciudad de México.

Y lo hace tomando como base un proyecto que durante lustros fue desarrollado, e incluso publicado en 2012, por el arquitecto mexicano Alberto Kalach, a quien el gobierno federal no le da ninguna autoría. El proyectista mexicano lo resume así: “Siendo el proyecto una iniciativa nuestra, desde hace años, la secretaria (Alejandra Frausto) nos invitó a conversar; nosotros abrimos la información que teníamos a la Secretaria, y al mismo Orozco, pero él decidió hacerla suya. Y como yo soy de la filosofía de que las ideas son de todos, dije: ‘Bueno, pues llégale’” (El Universal, 01/07/19).

DUPLICIDAD DE VOCACIONES

Dentro de los nuevos espacios propuestos en Chapultepec se destaca un Pabellón de la Defensa Nacional, una Bodega Nacional de Arte, una Cineteca Nacional, la Casa del Maíz y la Cultura Alimentaria, la Casa Presidencial Lázaro Cárdenas, la Casa de la Cultura Política, el Pabellón Contemporáneo, el Cubo Escénico, el Jardín Etnobotánico y Espacio de Cultura Ambiental, el Pabellón de Cultura Urbana y el Panteón de Dolores.

Al escuchar los nombres de los nuevos recintos, la idea de elefante blanco retiembla en cada una de las propuestas, pero entremos al detalle.

El Pabellón de la Defensa Nacional, un recinto que según la Secretaría de Cultura “recupera la memoria del Campo Militar Número 1 de la Antigua Fábrica de Pólvora y la Cultura Militar”, es claramente una concesión política, ya que una parte importante de los terrenos del bosque eran administradas por el Ejército Mexicano. Como propuesta cultural resulta insensible destinar un espacio a las balas y la pólvora, cuando el clima de violencia sigue incrementándose en el país durante la actual administración. Tan sólo en el primer semestre de 2020 se llegó a la cifra récord de 17 mil 982 personas asesinadas en México y el despliegue del ejército en las calles no ha detenido los índices de violencia.

La Bodega Nacional de Arte es un recinto que en el papel parecería cubrir un hueco importante en la infraestructura cultural, pero el proyecto rápidamente pierde gravedad cuando se anuncia que será un espacio abierto al público. El populismo por encima de cualquier propuesta de conservación y coleccionismo. El actual planteamiento de la Bodega Nacional de Arte no sólo compromete la integridad de las obras, sino que resulta un esfuerzo estéril al no estar acompañada de un programa con presupuesto para la adquisición de obras recientes. En México, los museos del Estado no compran obras de arte. Es uno de los rezagos de los regímenes priístas que ni la llegada de otros partidos al poder ha logrado modificar. Sexenio tras sexenio se van incrementando huecos en las colecciones de los museos públicos y el gobierno de López Obrador mantiene esta inercia, pero ahora con el proyecto de una gran Bodega Nacional.

Ahora bien, parece que la Secretaría de Cultura sí está consciente de este problema, porque en el anuncio del Plan Maestro se indica que la Bodega Nacional podrá “resguardar colecciones privadas”. Habrá que esperar si la Fundación Jumex estaría interesada en que el estado mexicano resguarde su colección o si, como lo sugiere el colectivo Trabajadorxs de la Cultura por Chapultepec, se busca beneficiar a galerías como kurimanzutto para que puedan depositar ahí el inventario de sus artistas.

El proyecto Chapultepec, Naturaleza y Cultura construirá espacios que abiertamente duplican vocaciones de otros recintos ya existentes. Se propone una nueva Cineteca Nacional, pero la actual Cineteca Nacional existe desde 1974 en la Ciudad de México y durante el sexenio de Felipe Calderón tuvo un proceso de remodelación mayor. Y, como ocurrió con otros sectores, el cine fue uno de los gremios que el gobierno de López Obrador buscaba dejar de apoyar al intentar hacer desaparecer el Fondo de Inversión y Estímulos al Cine (Fidecine). No lo lograron porque la comunidad cinematográfica, encabezada por tres ganadores al Oscar, Guillermo del Toro, Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu, realizó una mediática protesta contra dicho recorte. Mientras se busca quitar financiamiento a la producción fílmica nacional, se anuncia una millonaria inversión para un complejo cultural que tendrá, entre otros espacios, un cine.

Sobre La Casa del Maíz y la Cultura Alimentaria no queda claro cuál podría ser su relevancia, más allá de apuntalar la postura ideológica del actual régimen, pero diversos especialistas y activistas han señalado que dicha propuesta podría fácilmente integrarse a la oferta del Museo de Historia Natural o al Nacional de Antropología, ambos ubicados en el mismo Bosque de Chapultepec. La misma duplicidad ocurre con el Cubo Escénico, que plantea el mismo tipo de espectáculos que ya se ofrecen en el Centro Cultural del Bosque y el Auditorio Nacional, cuyas instalaciones se encuentran también dentro del Bosque.

La Casa Presidencial Lázaro Cárdenas y la Casa de la Cultura Política, son espacios que como su nombre lo indican están destinados a perpetuar el discurso político del presidente en turno. López Obrador anunció durante su campaña que abriría al público la Residencia Oficial Los Pinos y desde el primer día de su gobierno abrió las rejas de entrada. La novedad atrajo durante algunos meses al público a visitar los jardines y las construcciones que habían sido la casa de los últimos presidentes, pero igual que ocurre con los chistes que se cuentan solos, fue evidente que Los Pinos no era un espacio adecuado para presentar ningún tipo de proyecto cultural. La solución a este problema fue proyectar un espacio dedicado a la figura de un presidente (gran inspiración de López Obrador) y a la historia de los movimientos sociales de izquierda. Es decir, la narración de la historia oficial a partir del triunfo presidencial de López Obrador. 

Antes de seguir con los proyectos, vale la pena insistir en que estos espacios que demandarán de grandes presupuestos del erario público son considerados por el presidente López Obrador como prioritarios. Lo ha dicho en sus conferencias mañaneras, en sus informes de gobierno y es la línea que repiten con disciplina priísta tanto la secretaría de Cultura como todos los funcionarios involucrados en el sector cultural. No importa que desde diferentes sectores se haga un llamado a detener el deterioro sistemático del sector cultural: lo crucial para el gobierno es invertir en la remodelación del bosque. “Chapultepec será el parque biocultural más grande del país”, repiten una y otra vez los funcionarios como un mantra expiatorio.

EL ARTISTA OFICIAL

El 29 de marzo de 2019 el presidente Andrés Manuel López Obrador subió a su cuenta de Twitter un video que tituló “Convivencia cotidiana en el elevador más antiguo de Palacio Nacional”. La grabación de no más de 8 minutos, que como su nombre lo indica tiene como centro el elevador de Palacio, cierra con un momento inesperado, algo que hoy podríamos denominar la reinserción en México del artista oficial.

Al abrir una puerta, el presidente se encuentra con el artista mexicano Gabriel Orozco, con la secretaria de Cultura Alejandra Frausto y con el ex-gobernador de Michoacán Lázaro Cárdenas Batel (nieto del presidente Lázaro Cárdenas). López Obrador saluda a los tres y luego voltea a la cámara. En ese momento Orozco suelta una risa nerviosa y dice “Buenos días”. El presidente le pide a bocajarro: “Preséntate”. El artista sólo alcanza a decir “Gabriel Orozco” y, antes de poder continuar, el mandatario lo interrumpe: “Es uno de los mejores pintores de México, que está de visita aquí en la oficina con la secretaria de Cultura y con Lázaro. Gabriel Orozco nos va a ayudar, pero ese es otro asunto, ya después platicamos. Pero me da mucho gusto que esté aquí”.

La  breve presentación que hace López Obrador de Orozco muestra de forma por demás eficiente el desconocimiento que tiene el mandatario de la obra del artista, al tiempo que deja claro la relación vertical que desde entonces asumiría Orozco hacia la figura presidencial. Hace unos años, llamar “pintor mexicano” a Gabriel Orozco hubiera sido una ofensa grave. Recuerdo una llamada que me hicieron desde su galería para pedirme que cuando me refiriera a Gabriel evitara decir que era un “artista mexicano”, ya que su trabajo circulaba de forma global, por lo que era mejor llamarlo “artista internacional”. Y lo de pintor creo que es claro que no describe ni de lejos su práctica, aunque recientemente el mercado lo ha empujado a producir más pintura.

Cuatro días después, cuando Orozco presentó el Proyecto del Complejo Cultural del Bosque de Chapultepec en la conferencia mañanera del Presidente, López Obrador tuvo otro comentario paradigmático. Al concluir Orozco su presentación, López Obrador dijo: “Y no va a cobrar este gran artista, que eso es lo más…, no, no, no. Lo más importante es que vamos a contar con su creatividad”.

La idea de que Orozco está digiriendo esta monumental empresa sin cobrar, como lo dijo públicamente el presidente, abre la discusión en un doble derrotero, ya que de ser cierta dicha afirmación se suma a una narrativa y administración gubernamental en la cual el trabajo cultural es un accesorio que no debe ser pagado como cualquier otro empleo. Y esto es grave porque algo en lo que ha sido consistente el gobierno lopezobradorista y sus antecesores es en el deterioro del aparato cultural. De forma directa o indirecta, la producción artística nacional ha sido asfixiada económicamente en prácticamente todas las disciplinas. Que el proyecto prioritario del presidente sea dirigido pro bono por un artista reconocido manda la puntual señal de que el deprimido sector cultural no tendrá un repunte financiero, o por lo menos no si se espera que provenga del apoyo estatal.

El otro tema que despierta el supuesto trabajo “gratis” de Orozco es la certeza de que existe un conflicto de interés en la creación y administración del Pabellón de Arte Contemporáneo, es decir, en la posibilidad de que Orozco busque tener su propio museo.

El arquitecto Alberto Kalach, de nueva cuenta, lo enuncia puntualmente: “Hasta donde yo me doy cuenta, Gabriel Orozco no es alguien que sepa ni que le guste trabajar en equipo. De hecho, me llamó mucho la atención que le interesara un proyecto social de este tipo. Pronto me di cuenta de que todo era una cortina de humo y que lo que él quiere es, veladamente, promover, sobre Reforma, el museo de arte contemporáneo para inmortalizarse en él” (El Universal, 01/07/19).

Este debate lo enciende aún más el propio Orozco, cuando en una entrevista habló del futuro recinto: “Creo que si logro implementar ese Pabellón Contemporáneo Mexicano va a ser algo en lo que todos vamos a ganar, porque es un museo que no tenemos, y cuando viene la gente a México y quiere ver mi obra o la obra de mi generación, no tiene a dónde ir, no está” (El Universal, 10/02/2020).

No es casualidad que en el comunicado del colectivo Trabajadorxs de la Cultura por Chapultepec una de las preguntas sea justamente “¿cómo es posible delimitar, contener y en su caso sancionar cualquier tipo de conflicto de interés o tráfico de influencias que pueda haber por parte de Gabriel Orozco en beneficio de sus intereses particulares o de las empresas del arte allegadas a él, como es el caso de la galería kurimanzutto, en específico en relación con la propuesta del Pabellón Contemporáneo Mexicano y la Bodega Nacional de Arte?”

El tema revive el trauma del “artista nacional” impuesto por la Escuela Mexicana de Pintura, “del artista cacique que atiende el llamado de un presidente cacique”, como lo señaló el crítico de arte Cuauhtémoc Medina (Aire Libre, 10/08/20), cuya obra o producción dentro del campo artístico exige ser perpetuado con un edificio público. 

Y como si hiciera falta agregarle cuestionamientos al nuevo museo, se suma la discusión de si es justificable desmantelar el actual Jardín Botánico del Bosque de Chapultepec para poner en su lugar el Pabellón Contemporáneo Mexicano. Es importante reconocer que uno de los espacios que más movilización social ha generado es justamente el Jardín Botánico, donde se han realizado no sólo mesas de consulta pública, sino que se han congregado en sus puertas diversas organizaciones vecinales y civiles para realizar actos simbólicos de defensa, como la cadena  humana realizada el pasado 16 de agosto sobre Paseo de la Reforma.

Uno de los argumentos más consistentes de los detractores del Pabellón Contemporáneo Mexicano está en el hecho de que dicho museo duplicaría la oferta del Museo Tamayo y de Arte Moderno, los cuales se ubican en un radio no mayor a un kilómetro. Es decir, esta obra sigue una vez más la lógica del centralismo cultural, pero elevado a su máxima potencia, al tiempo que se pierde o se desplaza un espacio natural a una zona de menor acceso dentro del propio Bosque de Chapultepec.

De nueva cuenta es el propio Orozco quien propicia las dudas sobre lo caprichosa o improvisada que fue la decisión de sustituir el Jardín Botánico por el Pabellón Contemporáneo Mexicano. A la pregunta concreta de por qué se decidió poner justo ahí el nuevo museo, el artista dice: “No sabría cómo contestarte. Si piensan que debe estar en un lugar o en otro, podemos entrar en una discusión viendo el mapa general y el plan integral, pero créanme, lo estudiamos con bastante cuidado” (Proceso, 06/09/20).  La pregunta obvia aquí es, si lo estudiaron con tanto cuidado, por qué Orozco no puede dar una respuesta puntual.

Javier Barrios, Asamblea, 2017. Cortesía: Páramo Galería, Guadalajara, México

COLECCIONAR ORQUÍDEAS

Es paradójico que el Jardín Botánico del Bosque de Chapultepec fuera creado durante la administración de Andrés Manuel López Obrador como jefe de gobierno de la Ciudad de México. Si bien fue inaugurado en 2006, cuando el tabasqueño ya había dejado su cargo para realizar la primera de sus tres campañas a la Presidencia, fue su gobierno el que desde el año 2000 diseñó dicho espacio.

Hoy el Jardín Botánico, remodelado y reinaugurado apenas en 2018, es sólo uno de los daños colaterales del Proyecto del Complejo Cultural del Bosque de Chapultepec. La secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, dijo durante la presentación del proyecto que su Orquideario sería removido para instalar ahí el Pabellón Contemporáneo Mexicano.

Si bien técnicamente es viable el traslado de las orquídeas a otro Jardín Botánico, ni la Secretaría de Cultura federal o la Secretaría del Medio Ambiente local han especificado qué estudios se han hecho para realizar esta maniobra o cual será el protocolo a seguir. Menos aún han se ha dicho nada del valor científico y natural de los 105 ejemplares de orquídeas que se resguardan allí desde hace 14 años. De entrada, es fundamental decir que varios de los ejemplares que se coleccionan tienen una regulación muy estricta al tratarse de plantas que están sujetas a “protección especial”, están “amenazadas”, en “peligro de extinción” o “extintas en el medio silvestre”.

De acuerdo con el inventario realizado por el artista Javier Barrios, quien desde 2018 ha investigado el Jardín Botánico de Chapultepec como parte de su práctica artística, al menos 15 ejemplares cuentan con alguna de estas categorías de protección, donde se destaca la Laelia gouldiana, la cual está extinta en el medio silvestre y se puede apreciar en todo su esplendor dentro del Jardín Botánico de Chapultepec. Otro ejemplar relevante es la Laelia anceps sub-dowsonii f. chilapensis, la cual está en peligro de extinción y también será una de las plantas removidas de su actual invernadero.

Entre las plantas amenazadas del Jardín Botánico se pueden enlistar: Cuitlauzina pendula, Encyclia adenocaula, Laelia superbiens, Oncidium leucochilum, Oncidium tigrinum, Oncidium unguiculatum, Prosthechea mariae, Rhynchostele rossii, Stanhopea oculata y Stanhopea tigrina. Mientras que las que están sujetas a protección especial se encuentran Vanilla planifolia, Prosthechea citrina y Laelia speciosa.

El inventario realizado por Barrios, un joven artista de Guadalajara, desplaza el debate hacia la pregunta no menor de qué tipo de colecciones deben privilegiarse al momento de proyectar un recinto financiado con recursos públicos.

Texto publicado en la revista Artishock el 8 de septiembre de 2020. Disponible en https://artishockrevista.com/2020/09/08/chapultepec-otro-millonario-elefante-blanco/