Entrevista con Teresa del Conde

Por Edgar Alejandro Hernández

La crítica e historiadora de arte Teresa del Conde sabe que es una persona que genera pasiones encontradas. No sólo porque durante las décadas de los 80 y 90 fue una de las más influyentes promotoras del canon de la pintura en México, dejando de lado otras expresiones de corte más conceptuales, sino que posee en su carrera una docena de libros de arte de creadores como Frida Kahlo y Rufino Tamayo, además de que en la actualidad tiene una de las pocas columnas dedicadas a la crítica.

Primero en la Coordinadora de Artes Plásticas del INBA y luego como directora del Museo de Arte Moderno (MAM), cargo que ocupó 11 años; Del Conde se convirtió en un verdadero referente dentro de la promoción artística que realizó el gobierno de México dentro y fuera del país a finales del Siglo 20.

Entrevistada a propósito de la Medalla de Oro de Bellas Artes, que le será entregada hoy en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, la crítica e investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM habla de su labor dentro y fuera de las instituciones culturales.

- ¿Cómo le han sentado estos últimos años la investigación y la docencia en la UNAM?

- Estoy encantada de haber regresado a la UNAM, nunca pensé que iba a estar tan activa y realizada en el instituto después de 11 años de dirigir el MAM. Me dedico a escribir y me encargan muchas cosas. Yo no soy de las personas que creen que hay que escribir un libro que vaya a ser inmortal, pero sí de atender los encargos que me hacen, porque si los piden es porque hacen falta. Entonces los hago con gusto, siempre y cuando estén de acuerdo con mi ideología.

- ¿A la distancia, cómo ve la obra de todos los pintores que apoyó?

- Yo no diría que los apoyé, sino que estuve interesada en ellos y pues encontré la manera de poder promoverlos, sobre todo en la larga etapa que dirigí el MAM. Todos eran jóvenes o relativamente jóvenes y la mayoría aprovecharon todo el banquete que produjo la Ruptura, pero ya sin las tensiones que los otros tuvieron que solventar. Para esos años los espacios públicos ya les pertenecían.

- ¿Qué corrientes plásticas apoyó, además del llamado neomexicanismo?

- El neomexicanismo lo inventé yo para mi desgracia, porque me parece que es un título pésimo. Pero sólo inventé el título, ya que efectivamente me encontré con muchos pintores, instalacionistas y conceptualistas que lo hicieron. Y le voy a citar a uno que fue muy prolífico, Eloy Tarcisio, ya que aparte de ser pintor hacia "happening", arte objeto y no se basaba en materiales convencionales. Lo mismo puedo decir de Javier de la Garza.

- ¿Que opinión tiene de la exposición "La era de la discrepancia", que revisa esa misma época del arte mexicano, pero no integra a los artistas que usted promovió?

- Opino que la mancuerna Olivier Debroise y Cuauhtémoc Medina dio como resultado una exposición de tinte conceptual, distinta, que abre una historia paralela al arte que tomaba como eje las disciplinas ortodoxas.

- ¿Se siente parte de la llamada cultura oficial?

- Pues ni tan oficial porque nunca me dieron dedazo. Yo lo único que tengo que admitir es que fui funcionaria pública.

- Pero me refiero a la construcción de un canon oficial, ¿qué opina de las nuevas corrientes artísticas?

- Creo que está mejor este periodo, naturalmente hay mayores avances y veo también que ha habido una evolución natural, pero en el momento en que llegué al MAM mi misión era hacerlo funcionar y fue lo que hice.

- ¿Pero sabe que sus decisiones generaron pasiones encontradas? 

- Siempre tuve pasiones encontradas. Ahora bien, se puede decir que hay una generación de artistas que se vio favorecida con mi gestión, pero eran artistas que ya despuntaban muy bien, aunque sí le concedo que se trataba principalmente de las disciplinas tradicionales: grabado, pintura y escultura o todo mezclado.

Texto publicado en el periódico Excélsior el 3 de julio de 2008.