Entrevista con Liliana Porter (2017)

POR EDGAR ALEJANDRO HERNÁNDEZ

LOS ÁNGELES.- “Cuando estaba en Argentina me sentía argentina, cuando estoy en Nueva York me siento latinoamericana”, sentencia la artista Liliana Porter (Buenos Aires, 1941), quien afirma que sigue siendo necesario que se defienda el tema latino, sobre todo en Estados Unidos, porque es algo que nunca se ha resuelto y que tras la llegada de Donald Trump a la presidencia adquiere mucha mayor importancia.

Radicada desde 1964 en Nueva York, Porter es una de las artistas con mayor presencia en el programa Pacific Standard Time (PST): LA/LA, su obra se muestra simultáneamente en tres exposiciones en esta ciudad: “Fotografía en Argentina, 1850-2010: Contradiccciones y continuidad”, en el Centro Getty; “Para leer al Pato Pascual: La América Latina de Disney y el Disney de América Latina”, en el MAK Centro para el Arte y la Arquitectura en la Schindler House y en el Complejo de Bellas Artes Luckman de la Universidad Estatal de California; y “Mujeres radicales: arte latinoamericano, 1960-1985”, en el Museo Hammer.

Para Porter el seguir defendiendo la identidad latina es lo que está detrás de proyectos como el PST: LA/LA. “Uno se identifica con la gente de los países latinos. Quizás porque hablamos español, porque tenemos un montón de cosas en común, de historia, una cierta forma de ser. Y también, políticamente, muchas veces nos define una lucha común. Esta megacuestión creo que tiene que ver con seguir defendiendo nuestra identidad”.

Si bien la artista argentina recuerda que tiene muchos años de planeación el programa cultural promovido por la Fundación Getty, acentúa su importancia en la era Trump: “Cuando se armó todo esto no se sabia (que Trump sería presidente), todo el PST: LA/LA se planeó antes, pero los contextos van redefiniendo las situaciones. En este sentido, yo pienso que sí, que todo se vuelve un acto político, quizá, incluso involuntario. Todo esto lo que ayuda es que creo que cuando la gente se conoce, entonces se empieza a comunicar. Y cuando no se conoce es cuando se tiene miedo, cuando se ataca, cuando se rechaza. Siempre la comunicación es la base de las buenas relaciones”.

Porter presenta en Los Ángeles lo mismo piezas icónicas creadas en los años 70, como “Sin título (autorretrato con cuadrado)” donde se dibuja un cuadrado en el rostro y el trazo se extiende, por efecto de la perspectiva, hacia la pared; que pinturas, fotografías e instalaciones recientes que muestran su trabajo lúdico que mezcla diferentes símbolos para ponerlos en tensión desde la obra de arte, como “Minnie/Che”.

“Reunir a todo estos artistas latinoamericanos creo que ayuda, por un lado necesitamos que quienes vengan a ver las exposiciones no sean sólo latinoamericanos. Mucha gente va a ver las exposiciones y al empezar a familiarizarse uno se encariña. Hay gente que le tiene miedo a lo que no conoce. No es que se esté retomando el arte latino, eso no está resuelto, siguen habiendo esas categorías. Es como el término 'hispanic'. Cuando uno llega a Estados Unidos como argentino se tiene que llenar un formulario que te clasifica como asiático, caucásico o hispano. Pero el tema es que uno no es hispano, porque vinieron los españoles, nos conquistaron y uno tienes que reivindicar al indígena, decir que uno es hispano es como rechazar la propia cultura, esto todo es un problema que no está resuelto o que no está estudiado”.

Porter recuerda una frase de su compañera Ana Tiscornia: Mientras haya que defenderse, va a haber que identificarse. “Quiere decir que todavía tenemos que decir que somos latinoamericanos, porque no estamos integrados. Una cosa es que somos latinoamericanos y otro cosa es que exista arte latinoamericano, eso es mucho más polémico, porque existen muchos artes latinoamericanos, este arte hecho desde latinoamericano se presta a los estereotipos. Yo me acuerdo una vez que vinieron a ver mis obras y me dijeron: 'tu arte no parece hispanic', porque no tiene color no tiene sandias, osea, son todos temas a discutir”.

La artista que ha expuesto en la Tate Modern de Londres, el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el Museo Whitney de Arte Americano, el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires,

el Museo de Arte de Filadelfia, el Museo del Barrio de Nueva York, el Smithsonian American Art Museum de Washington, el Museo Tamayo de la Ciudad de México, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, la Colección Daros Zurich, y el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, entre otros, aclara que esta ola racista contra los latinoamericanos en Estados Unidos no debe verse como un retroceso, porque en realidad siempre ha sido igual.

“Creemos que hay problemas que están solucionados y no están solucionados. Creo que es bueno que se le de importancia al tema latino y que se conozca, nosotros pensamos que el problema está solucionado, pero la sociedad está hecha un desastre. No era que el tipo de pronto fuera racista, lo que pasa es que toda esta gente estaba ahí, pero no se exactamente en dónde. El que tiene la palabra es el que escribe la historia, estamos mucho más atrasados que nada. Lo mismo pasa con el tema de las mujeres, no es que estemos en el postfemista. El problema es que hay quienes dicen: 'No hace falta una muestra de mujeres, porque estamos en la era posfeminista'. No es cierto, es importantísimo mostrar el arte de las mujeres”.

Inicios en México

Antes de radicar en Nueva York, Liliana Porter vivió en México del año 1958 a 1961. En aquellos años, recuerda, tomó clases en la Universidad Iberoamericana con Mathias Goeritz y se vinculó fundamentalmente con los principales escritores de la época.

“Era una época muy linda y mis amigos eran más escritores como José Emilio Pacheco o Carlos Monsiváis, de hecho, ellos me hicieron leer a Jorge Luis Borges. Imagina lo que es eso para una argentina. Mi primera exposición fue en México, en la galería Proteo, que en aquel entonces la dirigía la esposa de Vlady. La primera crítica sobre mi trabajo la escribió en el Novedades Juan José Arreola, un tipo que era muy genial. Yo imagino que Arriola veía que uno era jovencita y trabajaba mucho y él ayudaba, se emocionaba con el trabajo”.

Texto publicado en el periódico Excélsior el 19 de septiembre de 2017.