Entrevista con Santiago Sierra 2007. 1548 nombres son el rastro

POR EDGAR ALEJANDRO HERNÁNDEZ

Todo lo que no sean alabanzas al orden establecido es polémico, sentencia el artista Santiago Sierra, quien no está ajeno a la controversia que despertará su más reciente obra, 1548 crímenes de Estado, en la cual se hace  la lectura de los nombres de los más de mil 500 muertos o desaparecidos políticos en México, del 2 de octubre de 1968 al 2 de octubre de 2007.

Al participar en el Memorial del 68 del Centro Cultural Universitario Tlatelolco, Sierra realiza una intervención que puede ser considerada, según explica el historiador Alvaro Vázquez Mantecón, como una "bofetada a la memoria histórica nacional", ya que saca a la luz pública un tema que ha permanecido bajo una "amnesia voluntaria".

En entrevista exclusiva con Excélsior, Sierra recuerda que su obligación como artista es transmitir el desgarro que genera esa lista de muertos por motivos políticos, ya que en muchos casos sus nombres son la única herencia que dejan y el último rastro de su paso por esta tierra.

¿Por qué decidiste hacer la lectura de los nombres de las personas muertas por el Estado?

La pregunta más difícil de hacer es por qué decidieron matar a tanta gente y por qué no paran de una vez de hacerlo, no porque desconozcamos las respuestas, sino porque lo que mata no concede entrevistas.

La vida es lo único que mucha gente tiene tras haberles sido arrebatado todo lo demás, es la culminación del expolio eterno a este país. Sus nombres son su única herencia y en muchos casos el único rastro de su paso por estas tierras. A algunos muertos les llaman desaparecidos precisamente por eso.

Leer sus nombres es decir que aquí estaban, decirlo sin vaguedades, decir en concreto quienes estaban, con nombres y apellidos. Aquello que extermina cuenta sus ganancias con números, el común de los mortales usamos palabras.

A veces México me recuerda la película Poltergeist (del alemán espíritu ruidoso), en una casa ocurrían todo tipo de anomalías inexplicables y al final resultaba que todo se debía a que la casa estaba construida sobre un cementerio indígena. Era una cosa jolivudera, pero bueno, sirve para explicar por qué aquí ya no hay quien duerma.

Tu obra le quita ese lado solemne al memorial y regresa a la crudeza de la realidad, al tema de la muerte. En Alemania el años pasado, con 245 m3, enfrentaste al público con una cámara con gases tóxicos, a la cual tenía que ingresar con máscara de oxígeno artificial. Ahora en Tlatelolco los confrontas con más de mil 500 víctimas del Estado, que no son una cifra más, sino que tienen nombre y apellido. ¿Para ti, qué es un memorial?

Un memorial es un lugar donde se va a poner flores y a descargar conciencias mientras se sonríe a quien tiene el poder. A los memoriales se acude con flores en la mano izquierda y con la derecha agarradita de la manita regordeta de algún político cariacontecido. Un memorial es casi un protocolo de olvido. No me gustan los memoriales prefiero la justicia o la libertad, pero esas palabras ya nos las han quitado de la boca, como la memoria misma. Vea History Channel si no me cree. Justicia significa amenaza del poderoso al menesteroso, la cólera de Dios, y libertad es aquello que nos permite elegir en un supermercado, o entre el partido de los cerdos rosas PCR y la unión de cerdos rosados UCR, la gente se siente ridícula diciendo según que cosas. Prefiero la justicia, ya digo, pero aquella que se pedía el siglo pasado, antes de la televisión, cuando había librepensadores que no se dejaban robar el lenguaje. Me refiero, claro está, a un periodo mitológico que tal vez nunca existió.

Hace 7 meses tu obra Sumisión (Antes Palabra de Fuego) fue censurada ya que resultó demasiado compleja o polémica para el gobierno de Chihuahua. Ahora en Tlatelolco tu obra vuelve a ser controvertida, pero con la diferencia de que tienes el apoyo de una institución como la UNAM. ¿Cómo lograste su respaldo?

Ellos contaron conmigo y me dieron todo su apoyo desde un principio, no tuve que convencer a nadie de nada. Estábamos de acuerdo. Con respecto a las polémicas, pues bueno, todo lo que no sean alabanzas al orden establecido es polémico. Las polémicas no las creo yo, yo soy solo un artista y hago mi trabajo lo mejor que puedo, las polémicas las montan los asalariados de la glorificación permanente para que todo sea un repugnante monólogo global de vencedores.

La investigación para tu obra fue muy puntual, sólo toma en cuenta los muertos o desaparecidos por sus ideales políticos o su disidencia con el Estado. ¿Por qué elegiste esos parámetros que excluyen, por ejemplo, a las mujeres muertas en Ciudad Juárez?

Hay mucha muerte alrededor, demasiada… Acotamos la investigación para poder concluirla. Sé que no están todos los que son pero al menos si son todos los que están. Les animo a completar la lista, no tengo inconveniente, y me disculpo por nuestras limitaciones.

La lista de personas muertas por el estado es desgarradora. Las víctimas son familias enteras, muchos jóvenes, mujeres que nunca aparecieron. ¿Como artista qué te dicen estos mil 548 muertos y desaparecidos por razones políticas a manos del Estado?

Pues como artista debo ser capaz de transmitir ese desgarro, es mi obligación estética y por tanto ética. Ese es mi trabajo.

Llevas viviendo más de una década en el país, pero cambia de alguna forma tu relación con México el hecho de que te hayan invitado a participar en el Memorial del 68.

En México he pasado la mayor parte de mi vida adulta y en México he desarrollado mi carrera, mis planteamientos éticos y estéticos. Mis mejores trabajos los he realizado aquí y, no se, el trabajo en Tlatelolco supone que lo dicho hasta ahora ha tenido recepción y comprensión en la comunidad artística mexicana.

Estas cosas duelen mucho a los mexicanos de bien, también es una vergüenza difícil de manejar, así que el haber recibido este encargo es un culmen en mi vida y en mi carrera. Un honor, como se decía antes.

Texto publicado el 23 de octubre de 2007 en el periódico Excélsior.