Dañan arte emergente en El Colegio Nacional

POR EDGAR ALEJANDRO HERNÁNDEZ

La muestra Libertad por el sabor, que reunió a 23 creadores, fue “censurada” y desmontada del recinto de Donceles tras su inauguración, lo que dañó seis obras

Fotos: John Bartel y Edgar Hernández

El Colegio Nacional censuró la exposición Libertad por el sabor, inaugurada el pasado 21 de octubre dentro de sus instalaciones, pero se retiró al día siguiente de su apertura, aún cuando debía exhibir la obra de 23 artistas y colectivos de arte contemporáneo hasta el próximo 20 de noviembre, como cierre del programa de conferencias Libertad por el saber. Tiempos de revoluciones, denunciaron los propios creadores.

Sin notificar a los artistas, la muestra realizada por invitación del escritor Juan Villoro fue desmontada casi en su totalidad (sólo quedó la escultura Codex del colectivo SANGREE, que no pudieron mover porque pesa 300 kilos) y las piezas terminaron arrumbadas en uno de los patios del edificio, lo que ocasionó daños en por lo menos seis obras.

El “negligente” manejo de las obras por parte de los administradores de El Colegio Nacional, Martín Velazco y Fausto Zerón-Medina, fue justificado como un error por parte del personal de limpieza, quienes “la retiraron al día siguiente de la inauguración, pensando que todo había terminado”, según dijo por escrito Villoro a Berenice Olmedo, una de las artistas afectadas.

Excélsior solicitó al área de prensa de El Colegio Nacional una entrevista con Martín Velazco y Fausto Zerón-Medina, quienes al igual que Villoro estuvieron en contacto o fueron informados sobre los pormenores de la exposición, pero la única respuesta oficial que dio la institución fue que “por un error de organización interna la exposición se desmontó unos días después del performance del 21 de octubre. Se notificó de esto al colectivo Biquini Wax EPS, organizadores de la exposición, y lamentablemente decidieron no volver a montarla”.

Esta versión, explicó el artista Daniel Aguilar Ruvalcaba, responsable de la muestra, carece de sustento, ya que El Colegio Nacional nunca les notificó que la exposición se había desmontado, sino que fue después de que los artistas se quejaron, cuando les informaron que el personal de limpieza había retirado las piezas.

Pero es evidente que la gente de limpieza no puede tomar ese tipo de decisiones. Si en ese lugar hasta para mover una silla te piden un permiso por escrito. Es evidente que dieron la orden de quitar la exposición y nunca nos avisaron. Después como que les dio culpa e intentaron montar las piezas de nuevo, pero lo hicieron todo mal, además de que varias piezas se habían roto”, indicó Aguilar Ruvalcaba.

Para la artista Paloma Contreras Lomas “El Colegio Nacional actuó de manera negligente justo para censurar nuestro trabajo. Nos invitaron porque quieren mantener este discurso paternalista hacia los jóvenes, pero nunca pusieron atención a nuestras propuestas, justo por el tipo de temáticas que estábamos abordando”.

Al desmontar la exposición se dañaron las obras Ranitidina y Ritalina, de Olmedo (quién exigió por escrito que se le pagaran los daños); Sin título. (Pesos de los Estados Unidos Mexicanos), de Josué Mejía; América, vista desde las tres carabelasy Sin título, de Marco Aviña y Marek Wolfryd ; Atentado térmico. Lo más interesante de esa vida tan animada es que no tengo que hacer nada, de Israel Urmeer; yMonedas de un peso entre pan blanco, de Ha Vi.

Villoro originalmente había invitado a Aguilar Rubalcaba a la mesa Revoluciones estéticas: Las vanguardias, pero al planear su participación surgió la idea de invitar a varios artistas jóvenes a realizar una exposición que permanecería un mes en El Colegio Nacional. Velazco, según dijo por escrito Villoro a Olmedo, “asumió ese nuevo compromiso, con entusiasmada generosidad”.

El Colegio Nacional aceptó el proyecto y pagó parte de los gastos vinculados al montaje y producción de la misma, pero días antes de la inauguración iniciaron los problemas una vez que se les informó la temática y naturaleza de las obras, que criticaban lo mismo símbolos del Estado Mexicano, que a problemas que podían vincularse con los miembros del recinto, concretamente las acusaciones promovidas en la plataforma change.org para no permitir el ingreso de Christopher Domínguez “por su discurso machista”.

La pieza que desde el principio despertó controversia fue Raza antigua de pies descalzos y sueños blancos, de Juan Caloca, la cual tomaba algunos elementos del Escudo Nacional, que fueron impresos en un tapete blanco colocado a la entrada del recinto para que los visitantes limpiaran su calzado. La obra se complementaba con un performance en la que tres personas vomitaban los colores de la bandera.

Villoro le explicó a Aguilar Ruvalcaba que montar esa pieza representaba un problema, porque el decreto de creación de El Colegio Nacional no les permitía modificar el Escudo Nacional.

Aunado a esto, Velazco no autorizó que los artistas instalaran con anticipación sus piezas, sino que el montaje se hiciera el mismo día del evento, bajo el supuesto de que, a primera hora, personal de El Colegio Nacional se encargaría de la muestra, lo cual nunca pasó. Y tampoco proporcionaron ningún micrófono o sistema de audio para los performance Burocracia es un cosustantivo masculino, de Paloma Cabrera; ni para Un análisis del objeto técnico (útil), de Wendy Cabrera.

Otra pieza que fue problemática al momento de ser instalada fue Adentro/Afuera, de Carmen Huízar, quien quería montar en la fachada del edificio de Donceles unos rótulos que reproducían frases sexistas que la artista encontró afuera de una iglesia como “No vengas con trajes deshonestos ya que provocas la sensualidad de los demás” o “Evita vestimenta estrecha. Falda corta. Licras, Shorts. Escote y Pants!”. Pero El Colegio Nacional no lo autorizó y las piezas finalmente se colocaron en un patio interior.

El descuido con el que se manejó todo lo relacionado con nuestra exposición fue evidentemente una estrategia para acallarnos. Quién va a creer que personal de limpieza tuvo la iniciativa de quitar las piezas, fue algo totalmente planeado. Luego las volvieron a poner sólo porque nos quejamos, pero claramente nunca les interesó. Pecamos de ingenuos al pensar que realmente nos querían en un lugar tan rancio, masculino y cerrado”, afirmó Contreras Lomas.

Irak Morales, quien instaló Tacos cabeza de vaca, un puesto de tacos en uno de los patios del recinto, coincide en que se trató de un “acto de censura disfrazado de paternalismo, dejando deliberadamente de lado nuestro trabajo, básicamente porque no les interesa lo que pueda decir nuestra generación. Hubo una clara distinción entre ‘los que saben’ y ‘los que aspiramos a saber’. Ni un micrófono nos prestaron, afortunadamente nosotros veníamos preparados y usamos nuestro propio audio”, recordó Morales.

Olmedo también describe lo ocurrido como un acto de censura y por escrito les dijo: “Es inverosímil la organización respecto a la exposición, ya que faltaron a los términos en los que la exhibición estaba programada y niegan su responsabilidad en relación al desmontaje abrupto de las obras, culpando al personal de la institución. Esto, además de ser una imprudencia y una negligencia, es un error inaceptable y por el cual es su deber afrontar las consecuencias”.

  

El Colegio Nacional se opuso a realizar actos que ultrajaran símbolos patrios

Ruy Pérez Tamayo, presidente en turno del recinto, respondió a las denuncias de censura que hicieron algunos artistas de la muestra Libertad por el sabor

Maltrato. En las imágenes se observa cómo la obra América, vista desde las tres carabelas, de Marco Aviña y Marek Wolfryd, estaba montada originalmente (izquierda), después cómo la instalaron sin autorización de los artistas (arriba, a la derecha) y, finalmente, cómo fue doblada y las marcas que se quedaron en el acrílico.

“El Colegio Nacional se opuso a realizar actos que ultrajaran los símbolos patrios y desautorizó la realización de actividades que pudieran violar las normas de preservación del patrimonio cultural a las que su sede está sujeta”. Así responde el científico y académico Ruy Pérez Tamayo ante la denuncia de censura que un grupo de artistas contemporáneos realizó en contra de la institución que encabeza, luego de que la exposición Libertad por el sabor fue desmontada al día siguiente de su inauguración, lo que ocasionó daños en por lo menos seis obras (Excélsior, 14/11/2017).

El presidente en turno de El Colegio Nacional “acepta y lamenta que, por un malentendido, levantó y guardó Libertad por el sabor, del colectivo Biquini Wax EPS (BW), un día después de su apertura, por lo que ofreció reinstalarla de inmediato, lo cual no fue aceptado por BW”.

En una carta enviada a este diario, el Premio Nacional de Ciencias y Artes 1974 afirma que “El Colegio Nacional, desde su creación en 1943, ha sido y continúa siendo una comunidad de cultura al servicio de la sociedad, en cuyo seno han estado representadas, y ha dado a conocer, sin limitación ni censura alguna, todas las corrientes del pensamiento y las tendencias filosóficas, científicas y artísticas, de manera libre y gratuita”.

La denuncia de los artistas parte del hecho de que, sin notificarles, la muestra inaugurada el pasado 21 de octubre en los patios de El Colegio Nacional sólo estuvo en exhibición un día, aun cuando se había acordado mostrar la obra de 23 artistas y colectivos de arte contemporáneo hasta el próximo 20 de noviembre.

En entrevista con Excélsior, el escritor Juan Villoro admite también que se cometió un error al desmontar la exposición al día siguiente de su apertura; pero aclara que fue a iniciativa del personal de intendencia y que nadie de El Colegio Nacional lo autorizó. “Eso fue una chambonada, pero no se puede considerar de ninguna manera como censura, porque les ofrecimos reinstalar las piezas”, indica.

“Yo invité a Biquini Wax, concretamente a Daniel Aguilar Ruvalcaba, a participar en la mesa Revoluciones estéticas: Las vanguardias, que cerraba el coloquio Libertad por el saber. Tiempos de revoluciones. Luego les dije ‘por qué no hacemos un performance para cerrar con broche de oro, hacer algo distinto, innovador y transgresor’. Hasta ahí llegó mi participación. Daniel e Israel Urmeer visitaron las instalaciones de El Colegio y se vieron con Martín Velazco, encargado de las actividades. Martín se entusiasmó mucho y les propuso hacer una exposición en el patio”, añade.

La mesa en la que participó Biquini Wax fue la más visitada: hubo mil 712 espectadores, y los comentarios fueron “estupendos”, dice Villoro. “Pero al día siguiente era domingo y, después de diez días de coloquio, todos nos fuimos a descansar y los empleados de intendencia pensaron que las piezas formaban parte de algo que ya había pasado y procedieron a retirarlas. Esta orden no la dio Martín, sino que ellos en automático procedieron”.

Tanto Villoro como Velazco, prosigue, ofrecieron a Aguilar Ruvalcaba reinstalar las obras, pero el artista pidió que no lo hicieran. “Él nos dijo que quería que el desmontaje de la exposición formara parte de la obra. Entonces, es muy sorprendente que ahora haya una acusación de censura. Nadie censuró nada: ellos jugaron con el lema de El Colegio Nacional, Libertad por el saber, y lo cambiaron a Libertad por el sabor, pusieron un pollo en lugar del águila del escudo y en general todo fue muy divertido y participativo.

“Yo no sabía lo que Daniel iba a decir en la mesa, no le pregunté y me pareció estupendo y creativo. Tampoco les preguntamos sobre sus piezas a los artistas. En general, creo que todo el esfuerzo fue para abrir una puerta a ideas diferentes y sí, se cometió un error, pero fue sin que nadie lo autorizara”, apunta.

Villoro asegura que el arte contemporáneo muchas veces considera que es más importante hacer un escándalo que tener aceptación. “Se abrió una puerta y ahora ellos la están cerrando y se quejan de que así sea. Es como el niño que mata a sus padres y se queja luego de que es huérfano”.

Al ser cuestionado sobre los problemas de montaje que hubo previo a la inauguración, Villoro se deslinda del tema. “De esto no te puedo decir nada. Yo no los invité a hacer una exposición, no sé cómo se hace una exposición, no conozco los requerimientos, ni dónde iban las piezas. Yo abrí una puerta para la mesa redonda y el performance, y luego Martín abrió el tema de la muestra. Ahora bien, si a ellos les parecía que no había condiciones para qué exponen. Ahí debió haber un criterio de profesionalismo. Si les dicen que no pueden poner las piezas donde ellos quieren, si les dicen que quieren usar la fachada y no los dejan, entonces para qué exponen. Expusieron y fue un éxito. Lo que fue un error fue el desmontaje repentino”, narra.

Sobre la discusión previa de la obra Raza antigua de pies descalzos y sueños blancos, de Juan Caloca, que tomaba elementos del Escudo Nacional, que fueron impresos en un tapete blanco colocado a la entrada del recinto para que los visitantes limpiaran su calzado, Villoro explica que El Colegio Nacional tiene que cumplir con un reglamento, con el decreto y con el respeto a los símbolos patrios. “Incluso hablé con gente de la Suprema Corte de Justicia para tratar el tema y todo se flexibilizó. La obra se puso tal y como el artista quiso. Es decir, la pieza que podía ser la más transgresora se puso y tengo un correo de Juan donde dice que le llamaba la atención que nadie se sorprendió de pisar el Escudo Nacional”.

Si bien los artistas han denunciado que fueron dañadas al menos seis piezas (Ranitidina y Ritalina, de Berenice Olmedo; Sin título. (Pesos de los Estados Unidos Mexicanos), de Josué Mejía; América, vista desde las tres carabelas y Sin título, de Marco Aviña y Marek Wolfryd; Atentado térmico. Lo más interesante de esa vida tan animada es que no tengo que hacer nada, de Israel Urmeer; y Monedas de un peso entre pan blanco, de Ha Vi), Villoro asegura que sólo tiene conocimiento de que se rompió la pieza de Olmedo.

“En el desmontaje precipitado se dañó una pieza de Berenice Olmedo. Ella presentó una rata disecada, bueno, varias, pero a una se le rompió la cola. Solicitó una compensación de diez mil pesos. Yo le pedí a El Colegio Nacional que apoyaran a Berenice. No sé si se puede tasar una cola de rata en diez mil pesos, no sé si es mucho o es poco; pero no hubo el menor regateo de nuestra parte, hay que satisfacer su demanda y así se hizo”.

Sobre la “negligente” manipulación de la obra por parte de El Colegio Nacional, según han señalado los artistas, luego de que sin notificarles se “volvieron a montar” sus piezas en uno de los patios, el cronista agrega que ese tipo de reclamos entra en una “zona absurda”.

“Nunca vi que se volvieran a montar las piezas. Lo que tengo de evidencia es el correo de Daniel, en el que nos dice que quiere que las piezas se queden con el aspecto de basura. Pero como la gente de intendencia juntó la obra para embodegarla, entonces a él le pareció que eso estaba mal, porque lo que quería evidenciar era que las piezas se estaban tratando como basura”.

Villoro califica como clasista el reclamo de los artistas que critican que los empleados de limpieza, al querer hacer su trabajo, perjudican al arte contemporáneo, por no entenderlo y embodegarlo. “Me parece un discurso muy barroco. De todos los participantes del coloquio, el único que pidió dinero por participar fue Daniel Aguilar Ruvalcaba, nadie más. En el fondo de todo está una voluntad de escándalo y un deseo de reparación económica por parte de artistas que se pretenden alternativos. Otros artistas han demandado el pago por supuestos daños, lo cual es contradictorio, porque si Daniel quería que todo quedara como basura hasta el 20 de noviembre, para que fuera registrado, y luego dice que no se trataron adecuadamente las piezas. Entonces decídete, o se tratan como basura o se cuidan las piezas”, comenta.

Para Villoro, los artistas que participaron en la exposición se han inventado un enemigo que nunca han tenido. “Fue realmente extraordinaria la exposición. Tuvimos muchísimos visitantes en la inauguración y es una lástima que se ponga el acento en el escándalo y en los daños. Eso es un criterio más de Lady Gaga que del arte contemporáneo”.

El escritor dice que desea seguir abriendo puertas a nuevas propuestas, pero explica que hay quienes las quieren cerrar. “También, obviamente, estamos dando una lucha interna y externa para abrirlas; pero si la respuesta va a ser de queja, porque un error es visto como un acto de censura, creo que no es algo que le ayude al arte ni a la libertad de expresión. Todo esto me hace pensar para qué se mete uno en estas cosas, si luego el resultado final acaba siendo una búsqueda de notoriedad y escándalo, que uno asociaría con otro tipo de artistas y no con Biquini Wax. Pero, bueno, también los vamos conociendo”, concluye.

Textos publicados el 14 y 15 de noviembre de 2017 en el periódico Excélsior.