Entrevista con Clement Cheroux

Por Edgar Alejandro Hernández


Existe un refrán popular que sentencia: “De lo malo saca lo que puedas”. No es casualidad que esta consigna sea el epígrafe de las conclusiones a las que llega el investigador francés Clément Chéroux, quien con un detallado y pedagógico sistema analítico explora en las entrañas de la imagen para recordarnos que es justo en sus errores donde emana el alma de la fotografía.

De visita en México para presentar hoy su libro “Breve historia del error fotográfico” (Ediciones Ve), el historiador del arte recuerda que aquello que en un principio se considera como error, a partir de los cánones clásicos de la fotografía, en realidad puede entrañar una poética que de nuevas dimensiones plásticas a la imagen, que además puede dar luz sobre los mecanismos que definen al arte de la lente.

Como conservador de fotografía del Centro Georges Pompidou, en París, Chéroux ha tenido acceso a centenares de fotografías que por diferentes razones fueron desechadas al momento de su creación, ya que estaban fuera de las normas establecidas, pero con el tiempo se volvieron en iconos de la historia de esta disciplina.

El ejemplo más claro lo da una instantánea considera fallida por su autor Jacques-Henri Lartigue, quien capturó con extraño encuadre a un vehículo en movimiento a alta velocidad durante el premio del Automóvil Club de Francia, en 1913. Sin embargo, la misma toma, casi un siglo después, se convirtió en una de las imágenes más reproducidas dentro de las antologías de las mejores imágenes del siglo XX.

- ¿Está conciente de que su libro tiene la cualidad de que, una vez que se ha leído la mirada, cambia radicalmente la forma de ver una imagen fotográfica?

- Estoy emocionado, porque ese tipo de reacciones que usted me comenta son justamente las que me inspiran a escribir. Hacer que la gente mire diferentes las imágenes eso es lo que busco.

- Su trabajo, más allá de ser un elogio al error fotográfico, tiene la cualidad de que delimita con claridad cuándo un error puede tener cualidades plásticas y cuándo es algo que simplemente se puede ir a la basura.

- Justamente por esto que usted menciona es tan importante en el libro el concepto de serendipia (el error afortunado o virtuoso), porque el azar en general puede producir tanto cosas negativas como positivas, y la serendipia busca sólo lo positivo y este libro sólo toma por objeto este azar positivo. Todos los días se producen millones de fotografías totalmente fallidas y solo un puñado muy reducido tienen un interés plástico.

Ahora bien, también entra un factor adicional, que es de la inteligencia del fotógrafo de ver el germen de algo nuevo en un error. Es algo muy importante, lograr ubicar la particular belleza de cierto tipos de errores. Por un lado puede haber intereses cruzados. En un extremo solamente la poesía del error, pero en el otro es interesante que los errores permiten comprender los mecanismos de la fotografía misma. Este concepto lo retomo de Gaston Bachelard.

- ¿A usted qué le hizo descubrir las cualidades del error fotográfico?

- Creo que el detonador fue que durante mucho tiempo he visto fotografía del siglo XIX y XX y siempre me llamó la atención que lo que se consideraba error en un primero momento por tener un mal encuadre, una sobre exposición o un fuera de foco, fue revalorado en otra época en la fotografía contemporánea.

-  En ese sentido, ¿qué va moldeando el cánon fotográfico?

Durante mucho tiempo fue el academicismo de las bellas artes, fundamentalmente de la pintura, pero la inteligencia de las vanguardias, de gente como László Moholí-Nagy y Man Ray permitieron ver que las fotografías tenia especificidades que sólo se podían ver a través de sus errores.

- Hay otra parte que maneja en su libro y que podría definirse como el espíritu de las imágenes. ¿Podría decirse que los errores muestran el alma de las imágenes?

- Ocurre como con las personas. La relación entre los seres humanos se hace más sólida cuando se conocen y aceptan los errores del otro. Claro que hay algo del alma de la fotografía que se refleja en los errores. Como ocurre en la fotografía de Roger fenton, en 1850, la toma perfecta de York Minster se rompe cuando un perro se cruza para darle un toque escatológico a la imagen que estaba designado para la familia real británica.Esa es la realidad que se mete en el set fotográfico, es la variable de lo real que mete su propia falla. En este caso el error es del operador, del aparato y de la realidad. Pero con el tiempo nos damos cuenta que esos accidentes de la realidad también son una fuente de belleza.

Texto publicado en el periódico Excélsior el 1 de diciembre de 2009.