Mole de Caderas para una bienal 

Por César Holm 


En las primeras semanas de mayo de 2023 llegaron unos correos con el título "Gracias por postular en la  XX Bienal de Fotografía”, donde se informaba a los entonces postulantes que su proyecto no había sido seleccionado por el jurado. Se nombró también el arduo trabajo que éste había tenido, revisando 352 propuestas y que todas habían tenido que pasar por los criterios de selección establecidos. Lo particular de este correo estaba en el segundo párrafo en el que se hacían “algunas recomendaciones generales”, como (y transcribo): “cuidar la coherencia entre la descripción del proyecto y lo que muestran las imágenes; que el tratamiento del tema denote maduración de la idea, cuidar la narrativa, y evitar las redundancias en la edición”. Agradeciendo el interés, les invitaban a seguir participando (échale ganas).  El logotipo de la bienal y el Centro de la imagen aparecían abajo como firmantes

Este correo fue enviado de forma masiva a todos los no seleccionados (es decir 300 postulantes), y abre la pregunta ¿debe una institución hacer este tipo de recomendaciones a los interesados en participar de la bienal? Debemos recapacitar en que la bienal convoca a artistas emergentes y con carrera; ¿una respuesta como esta debe ser tomada de la misma forma por ambos sectores? A mis oídos y correo llegaron varios testimonios con la misma pregunta: “¿me están hablando a mi?” Artistas reconocidos se hacían esta pregunta, uno de ellos seleccionado dentro de las primeras cinco bienales. Algunos, más afectados que otros, se preguntaban si lo que decía ese correo era lo que la institución realmente pensaba de su trabajo. Momentos de zozobra antes de saber que era un correo masivo. La duda no cesaba, sólo se transformaba. “Bien, entonces no se trata sólo de mí, ¿pero entonces quiere decir que ni siquiera sabe a quién le están dando recomendaciones?”

Para quienes han sido ajenos a esta bienal, así como al Centro de la Imagen, se hace necesario definir lo que es una Bienal de Fotografía. Para ser breves, es un certamen donde se convoca a la comunidad fotográfica reconocida y emergente a presentar propuestas que permitan a la institución mostrar la fotografía de la entidad y  el pulso de la producción contemporánea. Entonces, a esta convocatoria se suman propios y todavía extraños para darse cita y llevar a cabo un diálogo que permita plantear un horizonte de los temas, de la técnica y la estética del momento. 

Cada bienal es y debe ser siempre un motivo de fiesta, se cumplan los años que se cumplan. Pero esta bienal, 2023, es aún más especial, porque llega a su emisión número XX, ahora que tenemos lo necesario para recordar y evaluar el devenir de uno de los eventos más relevantes para la fotografía mexicana. Una bienal que ya tiene historia, una bienal que ha tenido el tiempo para hacer experiencia y una bienal que amerita un análisis que nos hable no sólo de la fotografía mexicana. Porque estamos hablando de una bienal que surgió con la institución y que dio origen a imágenes y discursos institucionales. Bienal número XX, o bien, los 40 años de la bienal. Un evento que ha visto pasar por la institución a artistas que han sido también instituciones. Un certamen que ha sido el surgimiento de algunos y la reafirmación de otros. Un encuentro muchas veces síntoma de la institución y del gremio. Promesa y desesperanza, porque esto de las bienales es cosa azarosa. Bienal número XX o bienal de 40 años. Una bienal de la que se espera toda la experiencia. 

Esta bienal tiene ya su historia. Aunque sería mejor decir historias, en plural. Porque la bienal nos atraviesa de diferentes maneras, debemos subrayar que no hay una bienal, pues estamos hablando de muchas bienales simultáneas. La bienal certamen, la bienal institución, la bienal de los jurados, con la bienal de los curadores, la bienal de los seleccionados (que no es la misma bienal de los ganadores), la bienal de los editores, y, por último, la bienal de los que quedaron fuera. Una bienal que debería seguir multiplicándose entre la bienal del público, la bienal de los críticos, también de los historiadores, la bienal de los educadores y tantas otras posibilidades. Entre todas estas historias cada bienal tiene la suya. Bienales suscriben su historia desde controversias que se van traduciendo como resbalones institucionales. Lo que nos hace pensar que este correo desafortunado no es un error de dedo de algún funcionario, sino que habla de una crisis más estructural. 

¿Cuál es la dimensión de este error?, ¿es un error acaso? Hace un momento me permití describir este correo como un síntoma, hablemos entonces también de la enfermedad. La respuesta que se dio a todos los rechazados pone sobre la mesa una falta de tacto por parte de la institución y deja al descubierto un gesto condescendiente. Pero esto es sólo lo que alcanzamos a ver. ¿Cuántas otras omisiones operan dentro del sistema? Una bienal con 40 años de existencia no sabe cómo sostener su veredicto, entonces manda un correo masivo corrigiendo la plana de todos los que solamente no cumplieron con los criterios establecidos con la convocatoria, o el gusto del jurado. Si este es el síntoma, ¿cuál será la enfermedad?. El síntoma no es la soberbia, como a simple vista parece. Es sólo un descuido. El problema es que un descuido como este tuvo que pasar por muchos supervisores, ahí está la enfermedad. No es el error de un joven de servicio social, tampoco es del asistente del asistente del asistente. Es un problema que apunta mucho más arriba, quizá tan arriba que no se percaten de la forma en que se les dice NO a los convocantes. Si no vieron el correo, quizá tampoco estén viendo a los postulantes rechazados. El problema es que no cuadran estas 20 bienales y la experiencia con que deberían operar.  Dejemos que la controversia se dé con las obras, que sean llamados los artistas y jurados, que los curadores expongan sus puntos. Pero la institución debe estar en una pieza y funcionando mejor que nunca después de 40 años de experiencia.  

Inauguración XX Bienal

Cortesía: Centro de la Imagen

Rubén Ortiz Torres presentó un texto contundente en su participación como jurado de una XI bienal, allá por el 2006. En la que ya se celebraban los primeros 20 años de la bienal. Y, claro, ya para ese entonces Ortiz Torres hacía un planteamiento crítico que señalaba las debilidades de esta bienal. ni estarán todos los que son, ni serán todos los que estarán, ni los jurados pueden entender del todo las intenciones de artistas (o de los mismos jurados) y viceversa… Este proceso con todos sus problemas es un mal necesario que compromete al Estado a reconocer esta actividad cultural que ahora menos que nunca existe independientemente, y por lo tanto ofrece una opción más y algunos recursos.  

Cada bienal tiene su marca, su gesto, una expresión particular. La número XX ha sido señalada por un copy and paste desafortunado que dio un trato condescendiente a todos por igual. El desconcierto de muchos no se hizo esperar y algunos alcanzaron a dudar sobre el peso de su trayectoria o la claridad de su obra.  Si se piensa en los resultados que arroja la existencia de 300 postulantes que no saben organizar su tema, que no saben escribir y que son poco serios y profundos en sus trabajos, que no saben narrar y menos editar.  

El escenario que se plantea con estos números es alarmante, pues nos dice que el trabajo de la educación fotográfica y con ello la producción en nuestro país, está por los suelos. Pero por otro lado sugiere que los seleccionados son lo non plus ultra de la fotografía contemporánea. Con el respaldo de una bienal con 40 años de experiencia. La duda persistirá en aquellos rechazados, pero ¿en qué lugar coloca a los  seleccionados?

¡Cordero de dios, que quitas los pecados del mundo! Sobre ellos recae, no sólo el peso de su trabajo, ahora tienen la obligación de ser lo que la institución afirma de ellos. ¿Una bienal donde se mostrará cómo se debe producir? Triunfarán los statement de cada seleccionado, la puntualidad de los proyectos, el tratamiento y el enunciado, altos y complejos recursos de representación, habilidades narrativas y ediciones impecables. Esto dice de su bienal la institución y lo hace a través de sus seleccionados, y todo por culpa de un correo desafortunado. ¿Y quién dará la cara por los ganadores?, ¿por los seleccionados?, ¿será que la institución hablará por sí misma?, ¿el jurado y la curaduría argumentarán su proceder?, ¿alguna justificación moverá la espada de Damocles de los seleccionados?

No debemos pasar por alto que detrás de las instituciones y los certámenes pre existe la condición humana, inclusive el jurado y la curaduría están limitados a esta condición. Esto quiere decir que la subjetividad saldrá de una u otra manera. Que después de todo, es el criterio de alguien investido con una autoridad o en ejercicio de una función. Por eso tenemos bienales brillantes y otras muy penosas. Porque todo se reduce a un criterio, una decisión, un punto de vista. Que es un evento tan importante como queramos verlo y que eso también será parte de la subjetividad. Que hemos perdido la dimensión, no sólo de esta bienal, sino de muchas otras desde hace tantos años. Lamentablemente, parece que ya en lo último, todos nos quedamos con las manos vacías. Si bien la bienal es un espacio de exhibición (de diálogo aún está por confirmarse), estará bien para los seleccionados. Y para los que no, pueden pensar entonces que quizá no se trate formalmente de su propuesta, sino de la coyuntura de la bienal de ese momento. Este texto no está señalando a los seleccionados, tampoco lo está haciendo a la curaduría ni a los jueces; es más, no está apuntando a la bienal como tal. Este texto está poniendo una pregunta a la institución:  ¿qué falló esta vez?

Inauguración XX Bienal

Cortesía: Centro de la Imagen

Para cerrar este texto quiero dejar mi hipótesis, pues entiendo la complejidad de producir y gestionar para el otro. Pienso que el Centro de la Imagen requiere del diálogo y el acompañamiento de una comunidad crítica. Cuando una institución intenta hacer su trabajo en la orfandad de su comunidad, es más factible que sucedan este tipo de errores. La institución hace lo que considera mejor, pero si se equivoca requiere de un gremio, del sector al que se dedica, requiere de sus simpatizantes y detractores. Depende de todos en disposición y pro-actividad,  porque si en lugar de advertir lo dejamos pasar de largo, seremos tan responsables como la institución.  Solo nuestra participación ayudará a que la institución deje de intuir y comience a reconocer las necesidades reales de nuestra práctica. No debemos olvidar que el Centro de la Imagen es una institución pública que depende de la ciudadanía, y que su función sólo puede mejorar con nuestra participación. El silencio no nos hace más prudentes, en este caso nos hace omisos. ¿Será que no queremos vernos mal ante una observación, inclusive un reclamo?, ¿le tenemos miedo a caer de la gracia de las instituciones?, ¿será que los funcionarios se lo tomen personal?

Nos urge el regreso de la crítica. Necesitamos reaprender a hablar de temas que pueden ser incómodos y reaprender a recibir las opiniones no sólo a favor, también en contra. Necesitamos llegar a acuerdos dentro de las diferencias. Todos lo necesitamos. ¿Hacia dónde se dirige una bienal sin crítica?, ¿qué nos queda en las manos después de la inauguración? La fotografía mexicana se abarrota de expertos en producción, de tutores y jueces, de maestros expertos, curadores arriesgados y especialistas de cualquier cosa. Mientras que en los medios brillan por su ausencia las plumas agudas de la crítica y los artistas van haciendo la parábola de los ciegos, porque el único texto que consigue hablar de ellos son los que están en sala (curatoriales). Ahora podemos ver con nostalgia aquellas columnas en los diarios que hacían la voz del público, en un diálogo horizontal con instituciones y artistas. No podemos esperar 40 años más sin reparar que sin crítica no hay mejoras. Sin crítica no hay experiencia. 

Por cierto, la inauguración de la XX Bienal de Fotografía 2023 convocada por el Centro de la Imagen, compartió fechas con el festival del mole de caderas; un evento en el que se prepara un platillo hecho de chivos que han sido cuidados y pastoreados en la región mixteca durante los primeros meses del año. Alimentados de forma especial con hierbas del lugar, para que en las últimas 12 semanas se les retire el agua para mantenerlos solo con sal hasta el día de “la matanza”, que como su nombre lo dice es la fecha donde muchos chivos son sacrificados para el deleite de propios y extraños.

Inauguración XX Bienal

Cortesía: Centro de la Imagen

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