El hombre de fuego (2023), de Mark Bradford. Foto: Cortesía Priscila Santos. 

Producción artesanal y arte contemporáneo en Guadalajara

 

 

Por Yuriko Cortes Salcedo

 

GUADALAJARA, Jal.- Jalisco se ha destacado históricamente por su producción artesanal. Cada uno de sus municipios resguarda una tradición que atesora y  hereda un legado familiar. Tlaquepaque, por su cercanía con Guadalajara, ha sido un espacio turístico y de descanso que a finales del siglo XIX atrajo las miradas de curiosos de todas partes del mundo, gracias a que el artesano Pantaleón Panduro podía modelar el retrato de aquel que se lo pidiera con una horas de trabajo, era tal su destreza y creatividad que podía moldear el busto sin hacer un molde previo. De ahí la tradición de visitar Tlaquepaque para conseguir un monito, un retrato que a lo largo del tiempo supuso una tradición artesanal.

La mayoría de las producciones del estado datan del periodo prehispánico y, a través del sincretismo colonial, desarrollaron una experimentación que se resguardo como sello de un espacio geográfico de cada uno de los materiales y técnicas: vidrio soplado, hojata, textil, cerámica, madera, metal, petatillo, entre otros; que en las últimas décadas del siglo XX se puso a disposición del sistema del arte tapatío.

Desde la década de 1990 se ha invitado a una serie de artistas nacionales y extranjeros a visitar Guadalajara y co-crear obras de arte bajo técnicas artesanales, auspiciadas en su mayoría por coleccionistas tapatíos.

Prueba de ello fue el proyecto Talleres creado por el curador Carlos Ashida en los años noventa, un proyecto de gestión que acercaba a artistas nacionales e internacionales a producir parte de su obra en Guadalajara. Para hacer más atractiva esta colaboración, también se gestionaron los recursos y los medios económicos, que lograron que talleres de producción artesanales como el Taller Mexicano de Gobelinos (TMG) y Cerámica Suro comenzaran a adquirir relevancia en el arte contemporáneo. Este momento se vuelve decisivo en la escena para configurar la historia del arte contemporáneo, ya que si nos acercamos a las colecciones creadas por aquellos años, encontraremos obras que se realizaron bajo un proyecto de colaboración en serie y de las cuales se tiene en resguardo en colecciones como Charpenel, López Rocha, Suro y Ashida Cueto, coleccionistas que se aliaron para producir las obras, ya sea con mano de obra, materiales, mecenazgo o gestión. Al final, la apuesta era segura, pues parte de la producción se sumaba a sus colecciones particulares.

La historia de la ultima centuria va de la producción en serie a la producción artesanal hasta la producción contemporánea. En 2018 Patrick Charpenel curo la exposición Saber acomodar, arte y talleres de Jalisco  1890- 2017, que se presento en el Museo Cabañas de Guadalajara, aunque previamente había itinerado por el Museum of Contemporary Art Denver y el Arizona State University Art Museum. La muestra tenía como objetivo "reivindicar el oficio y la materia de los talleres y centros artesanales de Jalisco en los últimos 100 años y reconocer su influencia en el arte de vanguardia", pero también era un medio de publicitar la industria cultural tapatía, al reiterar en  el exterior que Jalisco seguía posicionado como un estado rico en tradición y con una escena ya afianzada en la producción artística-artesanal.

Es importante dar un pequeño vistazo al pasado para comprender los sistemas de producción  tapatía, pareciera que todo el entramado que se configuró entre los años noventa, concretamente  desde 1992 hasta la llegada de Carlos Ashida al Museo de las Artes (Musa) de la Universidad de Guadalajara a principios de la década de los 2000, develaba un nuevo sentido en la producción y el sistema artístico del arte contemporáneo. Apoyo institucional del museo para los artistas jóvenes, circuito comercial y teórico respecto a la feria Expo Arte y el Foro Internacional de Teoría de Arte Contemporáneo (FITAC), así como un naciente apoyo de coleccionistas locales y proyectos independientes como Corpus Callosum de Guillermo Santamarina, el proyecto de gestión de Lourdes Armendáriz, Galería Alejandro Gallo y la oficina de Curaduría, Museografía y Logística (Cumulo).

Esta configuración revelo en la década de los dosmiles un espacio para la experimentación de los colectivos y para los interesados en las artes desde otras disciplinas. El cambio o transición del arte tapatío soportado por las técnicas pictóricas se da a través de las configuraciones antes dispuestas y por jóvenes que se interesan en el arte, pero que estudiaban en escuelas privadas y carreras diversas: comunicación, arquitectura, diseño, audiovisuales, filosofía y no desde la academia artística. Otro de los puntos particulares de esta época es la Oficina de Proyectos de Arte (OPA) creada en 2001 y liderada por Fernando Palomar, José Dávila y Gonzalo Lebrija, patrocinados por Aurelio López Rocha, un espacio de exhibición  y producción que comienza a realizar una serie de intercambios que empiezan a ser un puente entre Guadalajara, la Ciudad de México y otras ciudades de Estados Unidos y Europa. Este proyecto sin duda es un parteaguas para leer el arte del presente, pues son estos jóvenes, que pertenecieron a los colectivos de finales de los noventa y principios de los dosmiles (Jalarte A.I., NAP, Incidental, entre otros), los representantes del arte contemporáneo a escala internacional. En el mediano plazo su quehacer artístico creó un circuito de intercambio como la apertura de la galería Travesía Cuatro, la semana del arte conocida como PreMaco, las visitas de curadores y directores del museo a sus talleres.

Estudio del artista Jorge Méndez Blake.

José Dávila, Gonzalo Lebrija, Jorge Méndez Blake y Eduardo Sarabia son los estudios que tienen mayor peso en la ciudad. Algunos operan como empresas, pues llegan a tener en su nómina una veintena de colaboradores y ocupan galerones industriales.

Paralelamente otros artistas han formando sus talleres: Alejandro Almanza, Luis Alfonso Villalobos, Octavio Abúndez, Gabriel Rico, Francisco Ugarte y Javier M. Rodríguez, así como Taller Tequepexpan de Cynthia Gutiérrez y Emanuel Tovar, de los cuales se han tomado como ejemplo para crear espacios de creación a través de estudios colectivos, habitado por distintos artistas, aquí me refiero a Estudio Hospital siguiendo el modelo de galerón tipo lof, diferenciando los espacios de trabajo respecto a su quehacer artístico y creando un ambiente comunitario más que de producción que se ha replicado en la plástica y en los espacios de artistas jóvenes.

Respecto a estos espacios de producción hay dos puntos claros, para la mayoría de los estudiantes del arte trabajar en uno de los talleres de los artistas antes mencionados se vuelve una certeza o un camino, en estos talleres de producción se tiene una seguridad social y un sueldo fijo, cosa que no ocurre cuando sólo se dedican a la venta y producción artística propia. Lo segundo es que la lista de nombres nos devela una brecha de género y clase, en su mayoría los súper talleres son liderados por hombres, blancos y formados en escuelas privadas del país o extranjero, solo una mujer aparece en la lista y no hay personas de la comunidad LGTBIQ+.

Hablando con algunos colegas que prefirieron mantenerse en el anonimato, la producción artística en estos talleres suele ser transparente. Se firma un contrato en el que se leen derechos y obligaciones de ambas partes, por lo que cuando la obra está en su etapa final no se piensa ni se pide que se otorgue créditos por la ejecución de la misma.

De forma muy abierta, los involucrados señalan que como “production manager” no les molesta hacer parte de la producción, porque lo ven como cualquier otro trabajo, y no se trata de su obra ni de su concepción creativa. La mayoría de los artistas opinaron que lo que incentiva este trabajo es que sea bien remunerado y la relación laboral sea de respeto mutuo; también agregaron que al ser un trabajo creativo, el ambiente que se propicia es sano y se da espacio para el descanso en las horas laborales, que es algo importante al tener un trabajo creativo. Aunque también existen testimonios que señalan que sería correcto que el artista hiciera público los créditos y agradecimientos de sus colaboradores. Como ocurre en otras industrias creativas como el cine, la industria editorial, la arquitectura o las artes escénicas.

La perspectiva de género es algo que también se tiene que visualizar dentro del sistema de producción, ya que si bien las mujeres tienen mayores oportunidades laborales dentro de estos  grandes talleres, su labor se limita a temas de producción y sólo hay un caso conocido en el que tengan la posibilidad de dirigir uno de estos espacios.

Vista de la exposición Los de abajo, de Mark Bradford. Foto: Cortesía Priscila Santos.

Los de abajo

Teniendo como marco la producción  artística- artesanal, los talleres de producción de arte contemporáneo y la tradición tapatía se puede revisar la exposición Los de abajo, del artista estaodunidese Mark Bradford, curada por Viviana Kuri en el Museo de Arte de Zapopan (MAZ), la cual convocó el trabajo de 30 jóvenes estudiantes de arte y artistas emergentes. Si bien esta obra nos remite al trabajo del artista, lo más importante es sin duda el trabajo colaborativo-colectivo que se programó dentro del museo para su realización.

Durante 2022 se lanzó una convocatoria en la que se leía  “¡Trabaja en un mural con Mark Bradford!” El periodo de aplicación se cerró el domingo 30 de octubre del 2022 y el periodo de residencia fue del 16 de enero al 3 de febrero en el MAZ, esta convocatoria era lanzada por el museo y la galería del artista Hauser & Wirth. La residencia Mark Bradford se anunciaba como una experiencia educativa, dirigida a 30 artistas emergentes que buscaban crear un camino para su carrera y práctica artística. Algo notable de la convocatoria era que además de las experiencia, los gastos serían cubiertos por los organizadores, cosa poco común con el trabajo en museos o trabajo cultural en Jalisco y varias ciudades del país, donde se precariza o se apuesta por la mano de obra barata. Los colaboradores recibían comidas, suministros, seguro médico, soporte técnico y honorarios, es decir, una relación de producción competitiva dentro de la escena de Guadalajara.

La idea de Bradford era compartir su proceso creativo, pero también crear una especie de puente entre los jóvenes artistas aun en formación o artistas emergentes, con la escena local, museos, sistemas de producción, artista y proyectos.

Es interesante que varios de los jóvenes que participaron están convencidos de que esta “experiencia” les representa una posibilidad de trabajo en algún taller de producción artística. La residencia les pareció de gran ayuda para su desarrollo profesional y les sirvió para analizar a dónde pueden llevar estas prácticas dentro de los museos, ya que lo normal es que dichos espacios busquen la mano de obra barata de artistas jóvenes.

La obra realizada en colaboración fue el mural El hombre de fuego (2023), la cual me provocó la sensación de encontrarme en una periferia, provista de mensajes al alcance del transeúnte, desde anuncios de venta hasta carteles de búsqueda. Este tipo de información siempre me ha hecho pensar en la ética profesional del marketing, que sobrepone anuncios de personas desaparecidas con promociones y ofertas laborales. Al final, las imágenes en la calle se comparten bajo una misma jerarquía y me parece que están bien retomadas en el sentido estético con las experimentaciones de la obra del artista. Bradford rasga, ranura, tritura, esculpe, lija y superpone papel, pintura, información, conceptos para crear formas y mensajes para revelar lo de abajo. Su obra propone una forma de descubrir a través de quitar las capas, de ahí surge una abstracción, una escultura o instalación, como sin duda deberíamos de retomarlo para ejercerlo en las calles, develar lo que está oculto y que resulta vital que sea visto.

Bradford es un artista afroestadounidense que nació en los Ángeles, en 1961. Su trabajo está ligado directamente a su contexto natal, ya que el artista relata que nació y se desarrolló hasta los 11 años en la zona sur de los Ángeles, donde su madre tenía un salón de belleza con peluquería en el área de Leimert Park, un barrio urbano y predominantemente afroestadounidense. Este espacio y  negocio familiar dejó en el artista el rastro característico de técnica y material que actualmente sigue realizando. A partir de los años noventa crea lienzos con end papers, papeles cortados en trozos pequeños que se utilizan en los salones de belleza para proteger el cabello del calor durante los rizados permanentes. El uso del papel en su obra no solo cumple una función estética, sino una experiencia de vida.

Otra obras que nos acerca al tema en cuestión es Luz (2023), un corte delgado al muro de lado a lado realizado por la parte inferior, por donde entra la luz natural durante el día que evidencia la existencia de algo más. La luz se filtra a través de una pequeña ranura como un pequeño comentario respecto al circuito del arte. Esperamos visualizar, encontrar o abrir esa ranura, ya sea de manera individual o colectiva. Cavar juntos para construir un sistema del arte menos elitista, clasista, colorista, sexista, una utopía respecto a los derechos y oportunidades para dejar de ser ignorados, al menos en pequeñas oportunidades como lo hicieron en esta colaboración.

La meritocracia como utopía del sistema artístico tapatío,  ya que después de hacer este pequeño recuento histórico los casos de éxito de artistas educados en escuelas públicas son contados, sin duda el caso más paradigmático es el de la artista Cynthia Gutiérrez,  que egresó a principios de los dosmiles de la Universidad  de Guadalajara y se ha abierto paso en un mundo de hombres. 

El circuito existe y persiste, aún falta develar el futuro de las artes con la creación de más escuelas de producción como es el caso de la licenciatura en Artes Visuales en la Escuela Superior de Arquitectura (Esarq), la licenciatura en Arte y Creación del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO),  licenciatura en Artes Visuales para la expresión plástica en el Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño (CUAAD), de la Universidad de Guadalajara a nivel técnico a través del bachillerato en Arte y Humanidades en el Cedart José Clemente Orozco, Centro de Educación Artística y la profesionalización del circuito con las escuelas de mediación, licenciatura en Gestión Cultural del ITESO, licenciatura, maestría y doctorado en Gestión Cultural en la Universidad  de Guadalajara  y la licenciatura en Artes de la Escuela de Artes Jalisco, que tiene orientación en curaduría, gestión, crítica y enseñanza;  un proyecto tapatío por el que se había apostado desde inicios del siglo a favor de la profesionalización de las artes y que hoy es una realidad. Será interesante visualizar el futuro de las artes y producción tapatío con un medio ya asentado y con profesiones que logren visualizar otros frentes.

En la actualidad, tomando, como referencia la generación de los CACA (Colectivo de Acción y Creación Artística), han surgido generaciones de artistas egresados de escuelas públicas nacidos a principios de los ochenta y hasta los dosmiles, que son importantes para la escena y que más allá de los soportes con los que trabajan, su obra investiga y configura procesos conceptuales respecto a la historia y los contextos que abonan a la conversación respecto al arte contemporáneo actual.

Joven Aprendiz. Mártires de la precariedad, acrílico sobre tela, 2020.

 Obreros de la Cultura

Quiero resaltar el proyecto Obreros de la Cultura Futbol Club (OCFC), de Joven Aprendiz (Manuel García), respecto a que a los estudiantes de arte de escuelas públicas se les ha visto y utilizado como mano de obra de los súper talleres. Este proyecto se vuelve un sutil apunte a lo que colectivamente podremos es un secreto a voces.

La obra de Joven Aprendiz destaca por el uso del color rojinegro asociado a la huelga, los movimientos sindicalistas y más localmente al equipo del Atlas. Conocí su obra en un evento de la Semana del Arte (antes PreMaco Guadalajara), dentro del espacio Independencia Centro, de Paulina Barragán, curado por Otro Espacio. Una de las obras que más curiosidad causaban era una manta colgada en un patio con la leyenda “OBREROS DE LA CULTURA” entre risas, comentarios y fotos, algunos asistentes lo vieron como un gesto crítico y acido al respecto de la semana del arte, que al final ocurre como una iniciativa privada con objetivos privados.

El comentario de la obra parecía apuntar al sistema de producción de los últimos años en Guadalajara y que ahora se volvía parte de la escena y el espectáculo. Aquí hay un doble juego, la manta como recordatorio de los sistemas de producción que son la fuerza capital y económica de la semana del arte, y la misma manta vuelta mercancía y espectáculo para todos: artistas, no artistas, público en general, artistas consagrados, artistas emergentes, artistas en etapa de formación, todos en un mismo espacio esperando ser aceptados.

Sin embargo, Joven Aprendiz toma la idea de los equipos de futbol que se han formado como sindicatos, y que más allá de representar su proyecto artístico con individuos o prácticas deportivas, busca hacer una analogía de la parafernalia, souvenirs y mercancía que utilizan como medio de propaganda y difusión, de lo simbólico a lo real.

Joven Aprendiz retoma esta premisa de los grupos organizados, la creación de los sindicatos, para luchar por una fuerza común, un trabajo digno, un proyecto sostenido en colectivo y a largo plazo. Algo que sin duda sería una apuesta y un caso paradigmático en la escena tapatía. Sería increíble entrar en el juego para abogar colectivamente por un sistema que deje fuera la disparidad del mercado, no aceptar la mano de obra barata bajo sistemas de sobre producción y explotación así como regularizar la precariedad del trabajo cultural.

Cuenta el artista que la obra estuvo colgada en el estudio de Eduardo Sarabia por más de un año, hasta que la intemperie  pasó factura sobre ella. Bajo este proyecto existen otras mantas (banderas) tituladas: Mano de obra barata, Mártires de la precariedad y el proyecto también se desarrolla en otros medio ligados al futbol, como las bengalas, pancartas, playeras y credenciales que acreditan como socio de OCFC.

Al recapitular la pregunta ¿ejecutores o cocreadores? Un sistema artístico tapatío soportado históricamente por la producción de artistas y artesanos, abogar por el reconocimiento autoral, más allá del pago de un salario, un proyecto en colectivo por una escena diversa y un lugar donde todos insuflemos el espíritu de la materia, artistas conceptuales, artistas productores y artesanos, bajo los mismos derechos.