Estudio del Dr Atl sobre el nacimiento del volcán Paricutin

eje neovolcánico. Aproximaciones artísticas al paisaje ígneo

Por Erick Vázquez


La exposición Eje neovolcánico. Aproximaciones artísticas al paisaje ígneo, que presenta el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México, es una excelente ocasión para ver el trabajo del Dr. Atl en el aspecto que más le apasionaba: la fuerza mecánica de la naturaleza. Encontramos no sólo pintura sino algunos de sus estudios rápidos sobre el nacimiento de un volcán que son tan buenos y casi tan impresionantes como las obras terminadas. Pero también es una excelente ocasión para ver cómo otros artistas fracasaron cuando su conocimiento científico era exponencialmente inferior a sus recursos estéticos. De lo mediocres que resultan un par de obras de David Alfaro Siqueiros, nos recuerdan que los grandes pintores también hacían mugrero de vez en cuando.

La curaduría de Paulina Ascencio Fuentes y Daniel Garza Usabiaga es un rotundo éxito si lo que se pretendía era hacerle ver al público lo desigual que es la producción artística en su calidad cuando pretende ir de la mano de la ciencia, sin importar que se haya hecho hace un siglo o en 2023.

Ahora bien, el trabajo de Ascensio y Garza tiene un grave problema adicional, uno tan común que es hasta comprensible, y es pretender que la suma de la obra reunida es un símbolo del imaginario del país. El texto de sala: “Eje neovolcánico. Aproximaciones al paisaje ígneo, subraya las complejas relaciones que los seres humanos establecen con entidades naturales y cómo éstas juegan un papel decisivo en la formación de la cultura. En el caso de México, es particularmente notable la relación con el volcán.” 

El problema obvio es que se dice “México”, es decir, la nación entera, pensando que el país concentra su identidad en la franja que constituye por ahí del 30% de la totalidad del territorio. Nací y crecí en Monterrey. Hasta ahora que vivo por estas tierras experimento la fuerza de las placas tectónicas en su inquietud, mi tierra de origen se encuentra todavía bastantes cientos de kilómetros hacia el norte desde la línea delimitada como Tierra Adentro, y nunca antes había visto que un volcán jugara un papel decisivo en la formación de la cultura. 

El problema es tan común que hasta ni problema parece, aunque estemos a estas alturas de lo políticamente correcto, y usar “México” como sinónimo de “Ciudad de México” es una práctica común incluso dentro la práctica de la crítica de arte (el libro recién publicado por Daniel Montero, lleno de referencias importantes y correcciones a la historia y cuya lectura es obligatoria para estos temas, se titula Crítica de arte en México: 1940-1966 y con ello se refiere a eventos sucedidos en la capital del país). 

Pero el problema del centralismo en la concepción de la curaduría en el MAM se acentúa gravemente porque pone al centro de su organización el nacimiento del Paricutín, cuyo artista estrella e indiscutible es el Dr. Atl, quien nunca, en ninguna de sus pinturas, ni en ningún momento de sus memorias, Cómo nace y crece un volcán, trata el fenómeno como un suceso nacional. Muy al contrario, como un sujeto que verdaderamente era artista y científico por partes iguales, subraya una y otra vez que el fenómeno del Paricutín es el signo de las fuerzas en movimiento del planeta, a las que el diseño geopolítico les tiene sin cuidado; incluso cuando ubica alguna identidad antropomórfica lo hace siguiendo a Humboldt, mencionando exclusivamente las zonas correspondientes de Michoacán y otorgándole la misma validez a las observaciones de los Tarascos que a las de los científicos (estos últimos de quiénes se duele nunca tuvieron el apoyo institucional necesario). 

Sala de exposición. En el suelo, al centro, se observa un tapete circular con motivos geométricos en distintos colores. En los muros se observan una pintura abstracta al centro, mientras que a los lados hay dibujos y pinturas de volcanes.
Escultura en piedra con forma de una cabeza sobre una base blanca en una sala de exposición. Obra del artista Luis Ortiz Monasterio.
Pintura al óleo del volcán Paricutín en erupción. Obra del artista Gerardo Murillo también conocido como Dr. Atl.
Pintura al óleo del volcán Paricutín soltando humo. En la parte de atrás se observan nubes así como montañas que conforman el paisaje. Se titula "Nubes sobre el Paricutín" obra del artista Gerardo Murillo, también conocido como Dr. Atl.

Al Dr. Atl le hubiera cagado que lo situaran en medio de una polémica política mediante su trabajo, porque si es un gran pintor es gracias a su comprensión de la naturaleza geológica que construye y destruye en un ciclo sin fin, que no tiene nada que ver con un proyecto de nación y que sólo podría narrarse comprendiendo que “la tendencia del calor residual del globo primitivo es la única que puede conducirnos a encontrar una explicación lógica al origen del fuego manifestado por los volcanes, es decir, no es una explicación o una teoría que yo llamo circunstancial, sino una explicación de carácter cósmico.” [1]

Por más que me guste la geología y la estudie, no soy científico y mis recursos son limitados, entonces invité a la exposición al geólogo Damián Ruiz y a la geóloga Linneth González, ambos del Instituto Politécnico Nacional (y miembrxs de la organización de GeoLatinas, iniciativa estrictamente colaborativa que involucra científicas de varios países). Al ver la pintura de Siqueiros reaccionaron con risas que confirmaron mis previas observaciones, y procedieron a señalarme todas las imprecisiones formales y cromáticas de la pintura que ninguna intención artística podría justificar. 

Esa es su mirada científica, mi mirada de crítico de arte sencillamente me dice que esos cuadros de Siqueiros no funcionan de ninguna manera, ni para hablar de las fuerzas de la Tierra, ni para adornar una sala de alguna oficina pública con intenciones nacionalistas, ni la pura composición cuya plasticidad, que en la generalidad de su cuerpo de obra es de una maestría que le ha asegurado un lugar en la historia. 

Siqueiros entendía muy bien el movimiento social, pero no se tomó la molestía de comprender el movimiento de la naturaleza, y si se quiere comparar el juego de fuerzas que provocan el nacimiento de un volcán con el juego de fuerzas políticas que pretenden dar identidad a un país, está claro que estas últimas resultan bastante bofas e insignificantes ante el panorama del Tiempo Profundo que se mide en miles de millones de años. 

Lynette nos contó que en su reciente visita al Paricutín, setenta años después de la erupción, la humedad de los vapores subterráneos que brotaron durante la erupción todavía se puede tocar en las cavernas del magma que sigue cristalizándose. Para las fuerzas políticas que se debaten la autoridad del pueblo mexicano, su estética y sus recursos, una década es una biblioteca entera, para las fuerzas que le dan forma a la Tierra, cien años son mucho menos que un parpadeo. Tanto para el Dr. Atl, como para Velasco, como para las fotografías de Álvarez Bravo que se incluyen en la exposición, vale la descripción que Humboldt dio de lo pictórico en su Cosmos: “A la pintura de paisaje le ha sido dado, en todo caso, suministrar un cuadro más rico y más completo de la naturaleza que el de que es capaz la agrupación artificial de plantas cultivadas. La pintura de paisaje impone lo mágico por encima de la masa y la forma[…] Si el arte yace en el interior del círculo mágico de la imaginación, de hecho realmente en el interior del alma, la expansión del conocimiento, por el contrario, se basa preponderantemente en el contacto con el mundo exterior”[2].

[1] Dr. Atl. Cómo nace y crece un volcán. El Paricutín, El Colegio Nacional, 2017, p. 123.

[2] Alexander von Humboldt. Cosmos. Siglo XXI Editores, 2021, pp. 333 y 533.

Distintos dibujos hechos en grafito sobre papel colocados en tres columnas sobre un muro. Obras del artista Israel Urmeer. Cada dibujo tiene como tema central un volcán.
Pintura al óleo con fondo de cielo azul y nubes. Se observa un paisaje de campo y volcanes. Se titula "Volcanes y horizontes" del artista Gerardo Murillo, también conocido como Dr. Atl.
Pintura de temple sobre manonite titulada "La Ciudad de México 1949" del artista Juan O´Gorman. Se observa el paisaje de la ciudad, de lado izquierdo hay un obrero sosteniendo una pequeña paleta de metal y un plano. Al centro se observan dos manos que sostienen un pergamino que sostiene un mapa.

Pero si la intención de la curaduría no era contrastar la calidad del Dr Atl, de Velasco y Álvarez Bravo con obras que son mediocres porque la pobreza de su forma delata una ignorancia de su tema, entonces fue un resultado que se puede considerar inconsciente. Sólo así se justifica la inclusión de esculturas como Flama (2019), de Pedro Reyes, cuyo valor es estrictamente ornamental y adecuado para una arquitectura corporativa. Lo mismo se puede decir de Volcanic Studies (2023), la mesa de apuntes geológicos del colectivo Interespecifics, cuyo grado de tecnicismo preciosista resulta inaccesible para cualquier visitante no especializado en el tema. O que decir de Pedregal (1946), y Volcán en erupción (1967), pinturas de Siqueiros que pretenden representar la fuerza de la roca viscosa en cristalización y movimiento respectivamente, pero que en Pedregal, como ya he dicho, es más producto de una imaginación que no está guiada por el conocimiento del cómo sucede la solidificación de la escoria y el granito en un proceso lento y nada geométrico del enfriamiento y el contacto de lo interno con lo externo; que Siqueiros quiso perezosamente solucionar con líneas bien definidas, que nunca se ven así de ordenadas en la lava  y ni en una cantera. La misma negligencia exhibe Volcán en erupción, un cuadro firmado arriba y abajo, como si hubiera alguna duda de la dirección que recorre la fuerza de una erupción, y en cuyos colores y composición no se ve nada de lo que sucede en la naturaleza geológica. Colocar a estos artistas, con estas obras, unos frente a otros parece más un acto inconsistente, pues subraya una distinción entre los artista que ve y los que no ven con los ojos de la ciencia. Así como los mejores pintores de arte sacro comprenden la divinidad, los artistas científicos revelan lo invisible de las fuerzas que le dan forma a la Tierra, a su corteza, su flora y fauna. 

El aspecto crítico que Daniel y Paulina le imprimen a la curaduría al final de la exposición, que culmina en la explotación de un fenómeno natural con el oportunismo por parte de artistas y el oportunismo institucional de hacer del volcán un evento turístico, de un exotismo que caricaturiza una identidad nacional al mismo tiempo que desplaza comunidades purépechas. Esta explotación, que no se le pasó a José Revueltas y –muy discutiblemente– tampoco a Diego Rivera, deja al final de la exposición un sabor agridulce que agradezco, porque dicho comportamiento sí que es y ha sido un signo de toda agenda con fines de establecer una identidad nacional, a medias prostituida, a medias verdadera. 

La exposición Eje Neovolcánico. Aproximaciones artísticas al paisaje ígnea es una súper oportunidad para ver obra del Dr Atl en proceso, un cuadro del Iztaccíhuatl de Joaquín Clausell  que encuentro bellísimo y que todavía no alcanzo a entender por qué, una oportunidad para cuestionar la legitimidad de obras de artistas consagrados, ver un cuadro del Popocatépetl (2022) de Tania Ximena que es una chulada de composición y color, que sin duda merece un lugar, y que desconcertantemente se encuentra al lado de una serie de volcanes en tinta de Germán Venegas, que sólo pudo haber sido el producto de la inspiración trasnochada de lo que se supone es un volcán en alguna supuesta mitología mexicana. 

El geólogo y la geóloga que me acompañaron se lo pasaron bomba no sólo admirándose de lo cerca que se pueden llegar a encontrar el arte y la ciencia cuando ambas disciplinas se toman simétricamente en serio, también riéndose de cuando no es así, y salieron llenos de preguntas acerca de la explotación política de lo que se quiere ver como un mero signo que ignora las consecuencias muy reales del movimiento de las placas tectónicas y que reflejan en lo humano lo que Humboldt ha dicho mejor que nadie: que la fascinación por el volcán y los terremotos no viene en sí misma del terror de la destrucción súbita, sino de la imposibilidad de su predicción. Horror por lo impredecible imposible de domesticar, pero al que la subjetividad extraordinaria de científicos y artistas se adapta con velocidad inverosímil: “Momentos antes de la explosión vi al ingeniero Ezequiel Ordóñez y a sus acompañantes que iban rumbo al campamento, pero la gran nube los cubrió de golpe. Corrí a encontrarlos. Entre la polvadera y el humo el ingeniero caminaba paso a paso, todo ojos. Estaba emocionado pero no por el terror, sino por la grandeza del espectáculo. Movía la cabeza con cierto aire de satisfacción como diciendo: ¡Qué cosas estupendas nos ha tocado ver!”[3]


[3] Dr Atl. Cómo nace y crece un volcán. El Paricutín, El Colegio Nacional, 2017, p. 44.

Escultura en forma de llamas hecha de piedra volcánica sobre una base y situada en una sala de exposición. Obra del artista Pedro Reyes titulada "Flama"
Volcanic Studies (2023), mesa de apuntes geológicos del colectivo Interespecifics situada en una sala de exposición.
Pintura de un paisaje de piedra volcánica titulada "Pedregal", realizada por el artista David Alfaro Siqueiros.
Pintura rectangular con formas espirales en tonos anaranjados y violetas titulada "Volcán en Erupción" del artista David Alfaro Siqueiros.