Arturo Talavera. Daguerrotipo mercurial de la Piedra de Sol, 2023.

 

Un nuevo daguerrotipo para la Piedra de Sol

 

Por Edgar Alejandro Hernández

 

Hay obras que, desde su aparente modestia, abren narrativas que trascienden la temporalidad y el discurso de sus propios creadores. El 20 de febrero de 2023 el fotógrafo Arturo Talavera acudió al Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México para retratar con la técnica del daguerrotipo mercurial la Piedra de Sol. La sesión permitió reproducir en una placa de cobre de 8 por 10 pulgadas la misma imagen que el 26 de enero de 1840 capturó el francés Louis Prélier del monolito prehispánico, ubicado en aquellos años afuera de la Catedral Metropolitana.

La Piedra de Sol, también conocida erróneamente como Calendario Azteca, fue descubierto el 17 de diciembre de 1790 en la Plaza de Armas (hoy Zócalo) y desde su hallazgo ha sido objeto de numerosos interpretaciones y representaciones. No es casualidad que Prélier la haya escogido como motivo para realizar una de las primeras imágenes fotográficas capturadas en México.

La imagen del monumento de 3.6 metros de alto y 25 toneladas de peso es uno de los siete daguerrotipos que se conservan de Prélier en el Museo George Eastman, en Nueva York, dentro de la ex-colección Gabriel Cromer.

Como lo señalan Olivier Debroise y Rosa Casanova en su libro Sobre la superficie bruñida de un espejo, el 3 de diciembre de 1839 el grabador francés Louis Prélier regresó de Francia, después de haber comprado en París dos de estas máquinas. Como lo reseñaron los periódicos de la época, las primeras tomas en daguerrotipo se realizaron en demostraciones públicas en el Puerto de Veracruz y luego Prélier se trasladó a la Ciudad de México para realizar la misma operación capturando la Catedral y la Piedra de Sol.

Es justo esta historia la que recupera la acción de Talavera, ya que su réplica nos recuerda que el inicio de la fotografía en México se dio entre diciembre de 1839 y enero de1840 y fue justo capturando monumentos como la Piedra de Sol, uno de los monolitos que más interés ha despertado en la historia del país, pero también que ha sido objeto de malas interpretaciones. Se puede decir que desde su hallazgo la escultura se ha interpretado erróneamente como un calendario. Esto también queda registrado en el daguerrotipo de Prélier que resguarda el Museo George Eastman, el cual identifica en su reverso “La pierre du calendrier mexicain” (La piedra del calendario mexicano).

Se puede considerar a Prélier como el autor de las primera imágenes fotográficas en México porque las realizó a unos meses de que el prototipo del daguerrotipo fuera presentado en Francia, el 19 de agosto de 1839 en la Academia de Ciencias de París, por Jacques Louis Mandé Daguerre, quien comercializó estas máquinas y los materiales necesarios para su operación. Oficialmente se considera esta fecha el nacimiento de la fotografía en todo el mundo.

Llamar la atención sobre el inicio de la fotografía en México con las imágenes de Prélier parece un gesto menor; sin embargo, en los hechos es algo que se obvia o se menciona tangencialmente dentro de la historia de la fotografía.

Este problema está íntimamente ligado al hecho de que los daguerrotipos de Prélier nunca se han mostrado en México y a que durante muchos años se desconoció su origen. Fue hasta que el investigador mexicano Fernando Osorio identificó la procedencia de los daguerrotipos de Prélier en la Ciudad de México (y no de España), que se pudo cruzar las imágenes con la información que difundieron los periódicos de la época.


Louis Prélier. Daguerrotipo de La pierre du calendrier mexicain, 1840. Tomada de Eastman Museum. 

En 2014, el Museo Nacional de Arte inauguró la exposición México a través de la fotografía, donde se exhibieron copias digitales de los daguerrotipos de Prélier. En su sitio oficial aún se puede ver la imagen del daguerrotipo con la vista de la Catedral Metropolitana y el mercado "El Parián", fechados en enero de 1840. Llama la atención que no se eligió el daguerrotipo de la Piedra de Sol, ni para mostrarse en una reproducción digital. Una razón que probablemente hizo que no se tomara en cuenta es el hecho de que la placa de cobre ha perdido entre el 20 y 30 por ciento de su información original, según se puede observar en la imagen que reproduce el sitio oficial del Museo George Eastman.

Ante esta realidad se entiende la insistencia de Talavera para volver a retratar la escultura mexica con la misma técnica de Prélier. Y hago énfasis en la insistencia porque le llevó tres años la gestión antes de que obtuviera el permiso para realizar las tomas dentro del Museo Nacional de Antropología.

Para entender lo complejo de este proceso es importante recordar que la fotografía hecha con la técnica del daguerrotipo mercurial comienza con una placa de cobre cubierta con una capa gruesa y pulida de plata. La superficie debe tener acabado espejo y abrillantado. El acabado espejo es fundamental, ya que la nitidez del daguerrotipo depende de ello.

La placa se sensibiliza con vapores de yodo y bromo, de ahí se lleva a un chasis en el cuarto oscuro, mismo que se coloca en la cámara. Dependiendo las condiciones de iluminación, el tiempo de exposición en interiores es de entre 7 y 10 minutos. Después se regresa al cuarto oscuro para revelar la placa con vapores de mercurio. La imagen posteriormente es fijada, lavada, secada y dorada con un baño de cloruro de oro, para incrementar los negros del daguerrotipo. La imagen finalmente se encapsula para su conservación.

En el momento en que Talavera conecta el origen de la fotografía con el hallazgo de la Piedra de Sol, la operación tiene un segundo desplazamiento, al mostrar cómo se representa desde hace dos siglos la identidad nacional ante la mirada extranjera.

Con su réplica del daguerrotipo de la Piedra de Sol, Talavera nos recuerda que el arte mexicano siempre ha tenido que negociar con un perenne proceso de exotización, que históricamente ha llevado a los creadores mexicanos a operar entre una postura que asume o rechaza la herencia prehispánica como un elemento constitutivo de la identidad nacional.

Damien Hirst. Calendar Stone, 2017. Foto Edgar Hernández

Para nadie es un misterio que la Piedra de Sol es una de las imágenes prehispánicas más reconocidas a escala internacional. Ejemplos sobran, pero para insertarlos en el campo artístico vale la pena recordar la copia de la Piedra de Sol que hizo en 2017 en la ciudad de Venecia el artista británico Damien Hirst. Sin autorización del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Hirst hizo una copia en bronce de más de cuatro metros de alto de la Piedra de Sol, la cual fue sumergida en el mar para que adquiriera una nueva piel coralina a partir de los efectos que dejaba en su superficie la fauna marina.

La obra formó parte de la exposición Tesoros del naufragio del 'Increíble', que se exhibió en la Punta della Dogana y el Palazzo Grassi, recintos propiedad del coleccionista y empresario francés François-Henri Pinault.

De acuerdo con un portavoz del artista, la escultura formó parte de “una colección de obras influenciadas por una amplia gama de culturas e historias de todo el mundo y a lo largo de la historia, que buscan celebrar obras importantes e icónicas del pasado”.

Cómo históricamente ha ocurrido, Hirst llama a su copia Calendar Stone (Calendario de piedra), y repite nuevamente el error de interpretación que desde su hallazgo ha encasillado a este monolito en la lógica de medición calendárica de los días.

Llamar Calendario Azteca y no Piedra de Sol a este monumento es un error que históricamente se ha repetido a pesar de que la obra no representa a un calendario ni puede considerarse de origen azteca.

Que Talavera identifique con precisión a la Piedra de Sol es un ejercicio que rectifica históricamente el origen de la obra. Hoy se sabe que el monumento no puede ser azteca porque corresponde a un periodo tardío (así lo demuestra su diseño estilizado), cuando los mexicas habían dejado Aztlán para instalarse en México-Tenochtitlan.

El monumento tampoco puede ser representación del calendario, ya que carece de la mayoría de los elementos que se utilizaron dentro de la civilización de Mesoamérica para el cómputo del tiempo. La Piedra de Sol contiene sólo un elemento de dicho cómputo: los 20 símbolos que representaban el nombre de los días mexicas.

Todo el monumento está dedicado al quinto sol mexica: Nahui Ollin (cuatro movimiento). Dentro de la cosmovisión mexica, Nahui Olin es la quinta era, que fue antecedida por Nahui Atl (cuatro agua), Nahui Quiáhuitl (cuatro lluvia), Nahui Ehécatl (cuatro viento)y Nahui océlotl (cuatro jaguar), soles que fueron destruidos sucesivamente cuatro veces por los dioses gemelos Tezcatlipoca y Quetzalcóatl. Cada sol está nombrado por Nahui (cuatro) que también significa cambio y por el nombre de un día de su calendario.

Vincular el origen de la fotografía en México con la correcta representación de la Piedra de Sol se vuelve una operación no deseable, sino necesaria para repensar cómo se construye la historia en el país y cómo se siguen reproduciendo erróneas interpretaciones de los llamados símbolos nacionales.  

El fotógrafo Arturo Talavera y la Investigadora Rosa Casanova, Museo Nacional de Antropología, 2023.